El pensamiento
de Michel Foucault elimina al sujeto del papel protagónico que le había
concedido Descartes y lo coloca dentro de la estructura. Al contrario de
Sartre, que postula a un sujeto libre y comprometido socialmente con la
historia, el sujeto de Foucault se encuentra condicionado por las relaciones de
poder: con el estado, las instituciones, el sistema capitalista. Esto, de
entrada, coloca al filósofo en una situación de cuestionamiento ante los postulados
de la ilustración y su pedantería erudita. Foucault es, fundamentalmente, un
analista del poder. Aunque su obra se aparta críticamente de la ideología
marxista, retoma el concepto de la razón
instrumental, señalado por Adorno y Horkheimer, y demuestra que el poder utiliza a la razón para validarse.
Bajo esta
óptica, su ensayo Historia de la locura
en la época clásica (1961) rastrea el origen del fenómeno. La nave de los locos (Stultifera Navis) describe precisamente los viajes que emprendían
los enfermos mentales en la primera mitad del siglo XV, arrojados a las
embarcaciones con la creencia oscura de que el agua los purificaba. Más tarde, el lugar donde se hacinaban los leprosos fue
destinado a quienes padecían enfermedades venéreas y, finalmente, a los
dementes. El manicomio reprime y segrega; es un espacio moral de exclusión. Ya
instalados en el siglo XVIII, podemos ver a Kant, ícono de la Ilustración, como
antítesis del Marqués de Sade, el escritor libertino y ateo que pasó veintiocho
años encerrado—en Vincennes, Charenton y la Bastilla.
La reacción
al poder genera una contraconducta. “Frente
a los enciclopedistas, que se esfuerzan por explicar el mundo a través de la
razón y de una exposición de los conocimientos y las técnicas, Sade construye
una Enciclopedia del mal basada en la necesidad de una rigurosa pedagogía del
goce ilimitado,” señala Élisabeth Roudinesco en Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos (2007). Foucault
nos enseña que las sociedades construyen su identidad arrinconando al otro (outsiders, radicales, raros) en el
sótano de su edificio teórico, que cualquier forma de ordenamiento presupone un
tipo de exclusión, y que la razón puede ser la excusa perfecta para instaurar
sociedades totalitarias. La vigilancia opera de forma similar: donde hay poder,
surge resistencia al poder, y alguien debe instaurar disciplina—psiquiatras,
sacerdotes, policías, tiranos.
La
noción de estructura nos muestra cómo cada época construye su propia verdad
bajo criterios especiales, instaurando un paradigma de conocimiento relativo y más o menos controlador.
Estar loco puede ser una forma de resistencia/reacción al poder y, en el caso
de los artistas, de rechazo a la sociedad disciplinaria. En este sentido,
resulta apropiado lo que comenta la psiquiatra española Laura Martín
López-Andrade, fundadora del movimiento Revolución Delirante: Si bien la
psiquiatría nace para delimitar ese lugar que existe entre lo normal y lo
anormal, la locura es un modo de estar en el mundo. Los profesionales de la
salud mental no sabemos nada. Es el saber de la locura el que debe guiar el
nuestro. Con Foucault, justamente, la locura empieza a recuperar su
autoestima.