Christian Núñez (CN): Joaquín, qué
se puede hacer por México: ¿destruirlo, construirlo o deconstruirlo?
Joaquín Peón (JP): La historia nos ha
demostrado en repetidas ocasiones que después una época de oscuridad es
probable que le suceda una de luz, la sociedad se ve forzada a observarse en el
espejo, descubrir sus demonios, su fealdad, y confrontarlos.
Desafortunadamente, en los últimos cien años hemos desperdiciado tres grandes
oportunidades para cimentar un nuevo proyecto de nación: la revolución, el 68 y
“la transición democrática del 2000”. Así que en teoría, la situación del narco
debiera producir una contrafuerza proporcional. No creo que presenciemos otro
movimiento social, me daría por satisfecho con que se actualizaran nuestras
leyes y se cumplieran. Por otro lado, creo que debe ocurrir algo radical,
Héctor Villarreal propone la disolución de nuestro territorio, yo desarrollaré
mis ideas en un ensayo próximo.
Hace poco hablaba con un amigo mayor
sobre esto. Los tres casos, así como nuestro presente, apuntan a un severo
conflicto estructural. Es decir, la inmensa mayoría de nuestros actores
políticos pudieron haber sido reemplazados por alguien más y estaríamos en las
mismas. Los roles están asignados, es un mecanismo perfecto de corrupción. Elba
Esther Gordillo puede ser un adefesio moral, pero si la sustituyen en el SNTE,
alguien más tomará el cargo, lo mismo con cualquier capo del narco, con la
intelectualiza oficialista. Las grandes necesidades del país se transforman en oportunidades
de lucro que generan nuevos grupos institucionalizados de poder. El mejor
ejemplo es lo que ha ocurrido en materia de educación.
Yo dejé de creer en las sociedades para
creer en los individuos, pensé que cada quien podría salvarse conociéndose a sí
mismo, ejerciendo su profesión al límite de sus capacidades y teniendo un
mínimo de empatía con los otros. Sin embargo, las circunstancias de nuestro
país han condenado también a muchos, la educación escolar y la vida familiar
jode a cientos de miles de niños antes de que cumplan diez años. Estamos
percibiendo a través del miedo una visión distorsionada de la realidad
(distorsionada de por sí) y así difícilmente podremos cambiar.
Así
que deconstruirlo para poder destruirlo mejor y luego construirlo de nuevo.
CN: ¿Por qué no ir simplemente en
contra de todo?
JP: Porque no existe un
todo único, sino millones de elementos que lo componen e infinidad de
interpretaciones. Podemos ir todos contra todos, pero no se vale disparar.
CN: ¿Por qué no dejar de escribir,
también?
JP: La literatura porta
de sentido la existencia. Es el registro más sincero que tenemos de la
historia de la humanidad y el pensamiento. Nueva York no sería lo que es si no
fuera por su literatura (cine, música…), yo no querría igual a una mujer si no
hubiera leído a ciertos autores, las carreteras me aburrirían si no fuera
porque existen novelas de viaje; no se trata de salvar a nadie, mucho menos a
la sociedad, sólo de hacer el mundo un poquito más habitable, de lo contrario
sería aburridísimo. Hasta los que no leen han sido tocados involuntariamente
por la literatura.
CN: ¿Qué ventajas y desventajas
tiene un escritor en un país como el nuestro?
JP: Todas las ventajas en cuanto
a becas, premios y publicaciones, están a punto de regalarlas en los semáforos,
son tantas que algunas revistas, autores y editoriales independientes de
calidad, se terminan perdiendo en la sobreoferta. Por lo demás, las condiciones
en las que cada quien escribe son tan diversas como los orígenes de sus
autores. Yo soy afortunado, tengo la oportunidad de escribir todos los días y
así lo hago, con sus escasas excepciones, desde hace seis años.
CN: ¿Te han amenazado por tus
opiniones —o golpeado?
JP: Una vez en la fiesta de un
encuentro literario en un pueblo de Campeche le hice un comentario amable a una
mujer sobre sus muslos y mi lengua, su novio me puso la madriza de mi vida,
pero supongo que no te refieres a eso. Hasta el momento nadie me ha amenazado.
A lo mucho he recibido un par de críticas francamente idiotas, sobre todo si
consideras que sería muy fácil destrozar buena parte de lo que he publicado. Lo
único que me molesta es que, por ciertos textos y ciertas presentaciones
públicas, me tachen de querer llamar la atención provocando. Esta es mi
personalidad, así soy, ni siquiera sé si lo elegí, desde niño me la he pasado
discutiendo con medio mundo, tiendo a llevar la contraria y he sido sincero en
cada página que he escrito. No podría vivir conmigo mismo de otra forma.
CN: ¿Por qué atacar a Mérida, la
blanca?
JP: Atacar tiene una connotación
un tanto bélica, hay que intentar entenderla, deconstruirla como dijiste,
para poder mejorarla, de lo contrario es como si fueras al doctor para que te
curaran un dolor de muela y te sacaran el apéndice.
CN: Fuera de la aniquilación total,
¿qué se puede hacer por Mérida?
JP: ¿La aniquilación parcial? Creo que
elevar el nivel de los medios debiera ser una prioridad. Ya hablé de los tres
periódicos en el ensayo, el Por Esto! es un diario de autor, el Diario
de Yucatán una institución inquisidora y el Milenio un pazguato sin
personalidad; pero lo que se transmite en radio y televisión también es
lamentable. Prender los canales locales un domingo para toparte con
transmisiones de misas, seguidas por horas y horas de los mini festivales de
las cerveceras en los municipios, pueden causar daño cerebral irreparable. Nos
están alimentando con mierda, pero la coronan con una cereza (los shortitos de
las edecanes). Por lo demás, cada quien debiera librar una batalla personal
contra la hueva y la procrastinación.
CN: ¿Harías concesiones a favor de
quienes criticaste, con tal de recibir un premio, una condecoración, un puesto
profesional?
JP: Claro, les concedo mi dedo cordial
y una patada en las bolas. Es posible que todos tengamos un precio, hasta una
voz fresca y subversiva como la de Yépez se ha corrompido (no hablo de dinero,
sino de ego e ideologías). Así que es posible que yo también tenga el mío, pero
les voy a salir muy muy caro.
CN: ¿Cuál es la moral del escritor?
JP: Debiera ser la inteligencia
y la honestidad intelectual.
CN: ¿De qué va la literatura en esta
época?
JP: Nunca había existido tanta diversidad
como ahora, en todos los sentidos, para bien y para mal, por lo tanto es
difícil hablar de una característica en común. Sin embargo, hay dos aspectos
que llaman mi atención y que he incorporado a mi obra: la fusión de géneros y
la fragmentación de las ideas. Ambas son consecuencias de nuestro tiempo y me
son útiles para reflejarlo.
CN: ¿Es necesario mantener un tono
intransigente?
JP: Por supuesto que no. La
intransigencia es el cáncer que nos carcome, tenemos demasiados prejuicios,
somos indiferentes al conocimiento, no hemos aprendido a escuchar, estamos
engolosinados con nosotros mismos, con las preocupaciones más banales,
preocupaciones moldeadas en buena medida por la televisión y la música
comercial que enseñan a sentir el mundo de la forma más ridícula, cursi y
cobarde, como en las telenovelas mexicanas, los dramas gringos, una canción de
Belinda o de Beyonce.
CN: ¿La literatura es capaz de mover
un solo milímetro el status quo?
JP: Creo que sí, pienso, por ejemplo,
en Dostoyevski, Sabato, Nabokov, la mejor literatura tiende a adelantarse a la
moral de su época. No va a cambiar el manejo del presupuesto federal, ni
va a construir hospitales dignos en los pueblos, me queda claro que tampoco nos
hará mejores personas, pero al menos nos abrirá algunas puertas perceptivas y
de conciencia. El sistema podrá seguir igual, pero va a tener una migraña
fabulosa.
CN: ¿Hay que ir combinando
literatura y terrorismo cada cierto tiempo, para no dormir a la gente?
JP: Sí, me gusta como lo planteas,
la narrativa que me gustaría escribir está en algún punto entre Carver y el
terrorismo.
CN: Qué se te da mejor: ¿el cinismo,
la sátira, la ironía, el sarcasmo?
JP: Irónicamente, el sarcasmo.
Sarcásticamente, la ironía.
CN: ¿A qué se debe el tan bajo nivel
literario en Yucatán?
JP: En primer lugar es un esfuerzo
individual y en ese sentido lo que más ha faltado es autocrítica, sin embargo
existe un aparato cultural amiguero y perezoso que no ayuda en nada. Las exigencias
de revistas, periódicos y editoriales son muy bajas. Creo que hay suficiente
talento en Yucatán para que funden una editorial o una revista de calidad que
les permita dialogar con otras literaturas, esa confrontación con lectores de
otras latitudes nos haría mucho bien, descubriríamos que la mayoría de los
jóvenes escritores yucas debieran dedicarse, a lo mucho, a redactar las
instrucciones de uso para una tostadora; pero también que existen algunas
plumas que debieran tener exposición nacional, que sobrevivirían a críticos más
exigentes que los meridanos, se enriquecerían con ese diálogo; no lo han hecho
por tímidos, flojos y porque el ICY desperdicia sus recursos sucumbiendo ante
el berrinche de cualquier artistoide bien-amigado.
CN: ¿Tú cómo decidiste no entrarle
al mismo juego?
JP: No lo decidí, nunca lo consideré.
Si quieres vivir de algún arte tendrás que convivir con el aparato cultural,
pero que eso sea tu motivación para crear es patético y ocurre con demasiada
frecuencia. Mi bisabuela me enseñó que los juegos de poetas institucionales son
de villanos.
CN: ¿Qué experiencias te abrieron la
mente para irte a vivir a Guadalajara?
JP: No quisiera sobresignificar esta
decisión, hay miles de personas moviéndose de una ciudad a otra todos los días.
Me fui de Mérida cuando más feliz era ahí porque tuve la impresión de que todo
se repetiría eternamente, tenía curiosidad por vivir nuevas experiencias,
mudarte de ciudad te despierta los sentidos.
CN: ¿Cómo ha sido trabajar en Replicante?
JP: Ha sido una experiencia de
aprendizaje especial. Para mí es un sueño bizarro, salí de Mérida sin
trabajo, desde hace varios años era mi revista favorita, me identificaba con
sus contenidos mucho más que con los de cualquier otra propuesta en el país. No
faltará el acomplejado que me tache de barbero, pero trabajar con una persona
que admiras es un privilegio. Rogelio Villarreal es un tipo excepcional, con
muchísima experiencia como editor y gestor, que sabe muy bien cuando ser amigo,
jefe o maestro. El profesionalismo y la entrega que tiene hacia su revista se
contagian a todo el equipo. También disfruto el contacto con los colaboradores
a través de Resonante, nuestro podcast semanal. En general, es un reto diario
por hacer mejor nuestro producto. Sobre todo es muy emocionante formar parte de
esta transición a la virtualidad, estoy plenamente convencido de sus virtudes.
Poder incorporar otros formatos como el audio y el video, las posibilidades del
hipervínculo, la oportunidad de comentar, anuncian una mutación en la forma de
leer que apenas está comenzando y me siento muy afortunado de poder
presenciarla desde esta posición.
CN: ¿Qué fuerza tiene la literatura
mexicana actual en el resto del planeta?
JP: En estos momentos la literatura
mexicana importa infinitamente más para México que para el resto del mundo. No
está tan jodido, hay una sobreoferta universal de libros, tenemos varios
autores que disfruto leer, eventualmente aparecerá otro Rulfo. Si sumas
periódicos, blogs, libros, revistas, hay un sano intercambio de ideas
atravesando el país, es una novedad que hubiera sido imposible hace poco
tiempo, veamos a dónde nos lleva.
CN: Y en síntesis, ¿qué está pasando
ahora: ves futuro?
JP: No me queda claro si te refieres a
Yucatán, a México, a la literatura o a la literatura mexicana. Veo una tormenta
y una plaga de ardillas comiéndose los ojos de la gente como nueces.
De La
neta sobre Yucatán