29.10.14

VGM: Una pequeña serenata nocturna (en HD)


 
    VGM: Una pequeña serenata nocturna (en HD)
    Christian Núñez
 
Los videojuegos son los millennials del entretenimiento y la tecnología. A últimas fechas se han convertido en motivo de curiosos debates respecto a si podemos considerarlos una forma de arte. Lo cierto es que se encuentran en una posición similar a la del cinematógrafo a principios del siglo XX, cuando el escepticismo alimentaba las burlas sobre sus alcances. En esta ocasión, como buen melómano, únicamente me dedicaré a reseñar algunas excelentes bandas sonoras, sin las cuales mi cerebro no sería la oficina del diablo que hoy es.  
 
1/The Last Of Us: Gustavo Santaolalla. La ambientación del juego de Naughty Dog resulta el escenario ideal para las composiciones de este músico argentino, que supo captar a la perfección el estado de fragilidad e incertidumbre que atraviesan los personajes. Aquí la palabra clave es ronroco, el tipo especial de guitarra con el que interpreta el tema principal. La historia es básicamente una fábula moral sobre la caída del imperio americano a causa de la mutación de un hongo [Cordyceps unilateralis], lo que provoca una pandemia de infectados y mucha, mucha sangre. Pero la música es determinante para sumergirnos en la acción, sentirnos involucrados emocionalmente y derramar alguna lágrima.




2/Castlevania Lords Of Shadow 1 + 2, Castlevania Mirror Of Fate: Óscar Araujo. Si bien las últimas tres entregas de Castlevania no conforman una trilogía perfecta, el estudio español Mercury Steam —con el visto bueno de Konami— tuvo el acierto de incluir entre sus colaboradores a Óscar Araujo, un chef de gustos exquisitos a la hora de servir el banquete sonoro. Sin duda la Orquesta de Bratislava ejecuta de forma sorprendente los temas, muchos de los cuales le imprimen mayor intensidad a las batallas épicas entre Gabriel Belmont y los Señores de la Sombra. Basta oír cortes como Belmont’s Theme, Daemon Lord o The Toy Maker para darnos cuenta que estamos ante algo grande. Como dijera Drácula: Blood is family. Blood is power. Blood is everything.

 


 
3/Papo & Yo: Brian D’Oliveira. La división indie ha conquistado un público gamer sensible y exigente a partes iguales. Prueba de ello es la pequeña joya de los estudios Minority (a cargo de Vander Caballero), Papo & Yo. El juego gira en torno a la relación de un monstruo malhumorado y un niño en eterna fuga hacia su redención (metáfora del alcoholismo y la disfuncionalidad familiar) sobre las favelas brasileñas. La música refuerza el vértigo de la huida, la sensación de querer atravesar puertas invisibles y activar mecanismos celestes, de observar el paraíso y hacer lo imposible por entrar en él. Escuchen A Strange World, A New Hope o la expresiva Growing Up. Una maravilla.

 


4/Donkey Kong Country Tropical Freeze: David Wise + Kenji Yamamoto. La buena noticia de la última entrega de DKC para el WiiU de Nintendo fue —además del regreso de estos monos—, el retorno de uno de los responsables de su sonido carismático para el SNES: el buen David Wise. Es inevitable ponerse un poco nostálgico, y más si uno repara en que el estudio que desarrolla el juego se llama Retro. Tenemos, pues, un sonido fresco/actual, pero salpicado de referencias a las primeras aventuras de los primates. Y todo en HD, así que ¡coño! Sería un error dejar que esta oportunidad se nos vaya de las manos. Les recomiendo particularmente dos rolas que lo mismo sirven para brincar plataformas que para despertarnos de buen humor por las mañanas: High Tide Ride y Horn Top Hop. Arigato.



5/Gradius V: Hitoshi Sakimoto. Dicen los que han tenido la fortuna de jugarlo, que se trata del título más sorprendente de la serie Gradius jamás hecho. Konami, en colaboración con Treasure, utilizó todos los recursos aprovechables del PS2 para hacer una versión 3D sofisticada y al mismo tiempo accesible de este matamarcianos, y a juzgar por la música, debió ser increíble en términos de calidad sonoro/visual. Desafortunadamente, aunque alguna vez prometieron remasterizarlo para PS3, Vic Viper nunca vio la luz en la siguiente generación, hoy a punto de extinguirse. Insisto: la música es para volverse loco. Para enamorarse de un sistema operativo y llevarle una pequeña serenata nocturna. Oigan Impregnable Fortress y babeen a ritmo de techno. Dums-dums.