11.11.14

Saltar del otro lado



 saltar del otro lado
conejobelga: periodismo cultural independiente
christian núñez

»» Ponencia presentada en el marco del 1er Congreso de Gestión Cultural y Economías Creativas / MID, YUC., 10.11.2014 ««



 La verdadera razón por la que decidí salirme de los medios de comunicación convencionales fue porque no encontré una plataforma de ideas apta para desarrollar temáticas arriesgadas con sentido crítico. Uno de los rasgos primordiales del periodismo cultural en la región es que tiende a ser complaciente, a decir medias verdades y a no problematizar en torno a la cultura. Evita el conflicto y el planteamiento de preguntas profundas, prefiere seguir de largo con una especie de arreglo tácito de cuestionar lo menos posible, o de cuestionarlo sólo en apariencia. El resultado de ello es un ejercicio descriptivo a veces con referencias más o menos eruditas, que parece un pleito arreglado, en donde el reseñista/periodista cultural por un lado y la institución + el artista por el otro se dan abracitos protocolariamente. Creo que parte de la madurez intelectual incluye el cuestionamiento del status quo, de los mecanismos culturales, de los discursos alineados al stablishment, y ante la falta de un espacio adecuado para desarrollar una práctica de este tipo decidí distanciarme.

conejobelga es un blog de periodismo cultural independiente con un estilo puntual y conciso, a veces un poco provocador, y con mucho sentido crítico. A lo largo de estos 4 años he mantenido un diálogo fructífero con artistas visuales, escritores, diseñadores, músicos y gente que trabaja de forma comprometida y honesta. Previamente había colaborado en unasletras y la columna El MACAY en la cultura en el Diario de Yucatán, y también había escrito textos de sala a petición de varios artistas visuales, de modo que ya me había relacionado con el oficio. Y antes de volver a Mérida en junio de este año, colaboré con crónicas y reseñas en dos proyectos en el Distrito Federal: La Ciudad de Frente, y Diario La Tempestad, y en paralelo seguí escribiendo para Revista Origama, la única revista de cultura contemporánea que hay en Mérida por estos días. En general, nunca he tenido problemas de censura, pero sí he recibido amenazas por ejercer la libertad de expresión y evidenciar situaciones opacas con intereses políticos. Sin embargo, Internet abrió nuevos canales de comunicación y permitió un acercamiento más directo a la cultura, con redes sociales incluidas. En este sentido, conejobelga plantea una filosofía del hazlo tú mismo muy ad hoc a nuestros tiempos, sin trámites y sin mediadores.

Si bien la frescura no resta seriedad, intento que siempre haya un factor de asombro en las notas, un atractor extraño hacia las artes. De repente observo que las revistas especializadas son demasiado técnicas o fashionistas, y en conejobelga evito llevar las cosas a esos extremos. Intento mantener el espíritu lúdico del arte, huir del gusto exquisito y el amaneramiento retórico. Esto simplemente no tiene cabida en lo que hago, porque realmente el arte es vitamina espiritual, no golosina de entretenimiento. La investigación y la documentación son esenciales, pero también la fluidez y el sentido del humor, a veces bastante negro. Pienso que la cultura va más allá del gesto snob, de la cita libresca, del circo mediático y la sobriedad institucional. Sin duda un gran tramo de este recorrido se lo debo a Joan Duran, figura clave en el desarrollo de una visión crítica del arte contemporáneo en Mérida, que ha compartido sus ideas con un puñado de artistas, hoy insertados en las artes de la región.


Aunque este comentario es personal, me parece oportuno ponerlo sobre la mesa. Desde mi regreso a Mérida, he platicado con varios compañeros del circuito artístico y en términos generales llegamos a las mismas conclusiones. Aquí hace falta una profesionalización de los periodistas culturales en los medios; mayor capacidad crítica y profundidad; también hace falta una visión interdisciplinaria, en la que el análisis involucre no sólo aspectos relacionados con el arte, sino con la ciencia, la tecnología, la cultura pop y fenómenos derivados. Hace falta mayor riesgo a la hora de hacer cultura. Y finalmente, ¡sentido lúdico! De repente se cree que estas cosas dan prestigio social, nos introducen a las altas esferas del conocimiento, establecen jerarquías de saber y poder, lo cual por un lado es bastante cierto, pero se trata más bien de malentendidos y funciones derivadas del quehacer cultural. He visto innumerables eventos que me hacen pensar que para los gestores y funcionarios lo menos importante es el arte, los conceptos en torno a la cultura, y todo termina con una foto de legitimación elitista.

Desde afuera, es bastante obvio: todavía falta mucho por hacer. El derecho a la cultura no es privativo de las clases altas ni de logias, pero a falta de educación cultural nosotros mismos permitimos que así sea. Los eventos públicos se vuelven pretextos para mostrar quién es quién dentro de la comarca. Es gracioso, porque el circuito es muy pequeño, somos pocos y nos conocemos mucho, y a veces resulta casi imposible no reconocer los intereses de cada uno según las necesidades del momento. Pero si el periodismo cultural y la crítica de arte entran en este juego de intereses, estamos en problemas, porque ponemos en duda no sólo nuestra propia labor, sino la transparencia de los medios que representamos, y de las instituciones, y del universo entero. Entonces, para resumir, diría que estamos en camino hacia una mejor práctica del periodismo cultural, aunque todavía nos falta soltura, atrevimiento, espíritu adolescente y dionisíaco. Necesitamos volver a enamorarnos del arte con locura, como cuando Van Gogh se cortaba una oreja.


Es un poco extraño explicar todo esto, porque podría sonar a recetario de cómo armar un proyecto de periodismo cultural, y la verdad es que no hay misterio, sino mucha dedicación, terquedad más bien, y deseo de hacer las cosas limpiamente. Ese deseo de transparencia y de provocación, de estimular las neuronas y manejar la información de forma cristalina, han sido los ingredientes secretos. Sin embargo, debo decir que en conejobelga además de cultura hay mucho de contracultura, de ir a contracorriente, de remar en solitario. Hay mucho de no conformarse con las versiones oficiales y generar una visión más abierta y sensorial, inmersiva en el mejor sentido de la palabra. Albert Camus dice que un hombre rebelde es un hombre que dice NO, y en conejobelga la prensa amarillista no tiene lugar, el compadrazgo y las relaciones de conveniencia no tienen lugar, los sectarismos de ideología sospechosa y las tijeras de edición tampoco, porque precisamente de eso he venido huyendo en otros medios.

Por obvias razones, lo mejor es saltar del otro lado.