4.4.17

chelsea wolfe_pálido fuego


Un sonido denso que navega entre el folk, el gótico y la electrónica.

Antes de lanzarse al abismo, Chelsea Wolfe probó con un sonido muchas más heterogéneo, alimentado por los ídolos de su infancia: Aaliyah, Fletwood Mac y Black Sabbath. El resultado de aquel incipiente lirismo es un primer álbum no oficial, Mistake in Parting (2006), que ella misma reconoce como terrible. Tenía veintitantos años.

The Grime and the Glow (2010) genera un sonido low fi que trae a la mente los experimentos de Smog/Bill Callahan. Diríase que las herramientas se están puliendo. Persiste una intención, aunque las soluciones no sean redondas. En este sentido, Apokalypsis (2011) reformula los acordes. Piezas como Mer y Pale on Pale  pueden llegar a volverse las favoritas de un buen tracklist.

Los momentos de relativa quietud vendrán en algún punto de 2012. Con Unknown Rooms: A Collection Of Acoustic Songs, Wolfe confirma sus raíces domésticas, el viejo folk que lleva en la sangre. Uno pensaría que estas habitaciones desconocidas no ocultan ningún fantasma. La tristeza es un montón de hojas otoñales, ancianas y crujientes, que suplican el fuego.



Pero los vinos maduran. En Agosto de 2015, la diva sombría entrega un material robusto, híbrido entre gothic folk, noise rock y electrónica. Abyss aborda la parálisis del sueño que padece la cantante, una vocación por el vacío que ya se insinúa cínicamente en Pain is Beauty (2013), su anterior temporada en el infierno.  Los demonios buscan un solo propósito: perturbar.

Wolfe lo sabe, y entre sus ceremonias litúrgicas concibió un hermoso mediometraje—Lone (2014), a dúo con el director Mark Pellington—que funge como breviario de pesadillas. Atmósferas trastornadas y susurros nihilistas crean un entorno dolorosamente auténtico. Una máscara nos arroja verdades crueles. Leopoldo María Panero fuma distraído.

En estos rituales simbólicos se reconocen estrategias como las de Trent Reznor durante la época de The Downward Spiral (1994) y The Fragile (1999). Esa furia por explorar manicomios privados, de caer hasta lo más profundo de un pozo sin monedas, de ver qué ocurre si uno sacrifica sus límites emocionales. Quizá no haya otra forma de lograr el éxtasis: alcanzando el limbo por caída libre.

Para seguir alimentando a la bestia, el EP Hypnos/Flame (2016) es un aperitivo perfecto.