Escritores como Manuel Pereira forman
parte de esa diáspora cubana que dejó isleños regados como estrellas a lo largo
de América y Europa, después de la caída de Batista y la ascensión de Fidel
Castro al poder. Pero Cuba hierve en las obras de sus artistas; nunca
desaparece a pesar de la distancia, los años y las desgracias.
La estrella perro (Textofilia, 2018) continúa con la historia de Joaquín Iznaga después de
la antología de cuentos Mataperros (Textofilia,
2012, segunda edición) en esta Cuba que vivió unos de sus momentos más críticos:
el final de Batista y el inicio de la
Revolución. La vida de Joaquín transcurre en un violento barrio portuario de la
Habana Vieja, a cargo de los mataperros, banda de delincuentes que viven y
desaparecen conforme las experiencias los afectan.
El bautizo para
pertenecer a la tribu ocurre desde temprana edad: hay que agarrarse a madrazos
incluso con los compañeros. Joaquín, niño de 10 años, está familiarizado ya con
los juegos infantiles y el salvajismo. “Aunque llegaras con las manos manchadas
de sangre yo nunca te entregaría”, le recita una y otra vez su madre, Numancia,
regla de oro que lo acompaña toda la vida.
Joaquín no es más ni
menos mataperros que sus amigos. Joaquín posee una faz colectiva y otra individual. Vive lo que le toca sin maldecir su suerte: rudeza por todos
lados, amor, calentura, la llegada de la Revolución, la locura de su padre
estampada con rojo en las paredes en forma de hoz y martillo. Incluso un
encuentro con el Che Guevara y la entrada triunfal de Camilo Cienfuegos a la
ciudad.
La prosa de Pereira es
rica. La metáfora late echando abundante sangre en cada breve capítulo. La
infancia vibra como una exhalación vertiginosa en la que se entrelazan música,
magia negra y astronomía. Joaquín quiere ser doctor en Ciencias Ocultas, pero
es soldado a la fuerza cavando trincheras para defenderse de un enemigo
imaginario que nunca desembarcará en las costas.
Así, mediante el habla
habanera—que no nos deja al margen en la narración—, el autor logra que
Joaquín nos muestre una Cuba vital y misteriosa, con personajes entrañables, a
pesar de la transición de poderes. Porque nunca se deja atrás el hogar, aunque
haya que madurar a la fuerza.