¡Caníbal!
The cook, the thief,
his wife & her lover (1989) cuenta la historia de Albert Spica (Michael Gambon), el soberbio dueño de
un restaurant gourmet, al cual llega en compañía de su distinguida esposa
Georgina (Helen Mirren) y un grupo de mafiosos malcriados. Georgie soporta con estoicismo a los matones
que se pelean, eructan y vomitan con absoluta naturalidad y en una de ésas se
engancha de un intelectual cuarentón sentado en la mesa de enfrente, ejemplo de
discreción y clasicismo: el buen Michael (Alan Howard). No han pasado ni
treinta minutos y Georgina ya le está poniendo el cuerno a su marido, primero
en el baño del restaurante y después en la cocina, con el visto bueno del
chef—Richard Borst (Richard Bohringer)—, que la solapa benignamente. Albert tira
mesas, derrama vino y pone el grito en el cielo. Los amantes corren a
esconderse a una congeladora, luego a una camioneta de carne podrida y son
trasladados, en completa desnudez, al depósito de libros de Michael. Un niño
cantor les lleva alimentos. Pero, en virtud de una inflexible lógica de la tragedia,
el intelectual muere en manos de los mafiosos. Entonces Georgina se venga, y de
qué manera.
The cook, the thief, his wife & her lover es una salvaje lección de estilo. Jean
Paul Gaultier diseñó el vestuario, los planos secuencia presentan una composición
pictórica alucinante y los diálogos están repletos de cinismo ilustrado. La
penúltima escena envuelve hondas reflexiones sobre la psicología de los
comensales y el precio de la vanidad, y el score de la Michael Nyman Band no
tiene desperdicio. Abre con Memorial, tema de intensidad sostenida a lo
largo de doce minutos; le sigue Miserere Paraphrase,
la canción del niño lavaplatos—cuya versión cantada, Miserere, se basa
en el salmo 51: Ten piedad de mí, oh
Dios, conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades borra
mis rebeliones, lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Book
depository se oye cuando
Georgina y Michael hacen el amor en medio de libros viejos, y Coupling establece un clima típicamente
barroco.
Greenaway adereza la
sordidez de la historia bañándola de cierto misticismo atmosférico. Sus manías
y excentricidades se encuentran en perfectas condiciones, y el tono
aristócrata/provocador de las escenas aún provoca risas amargas. Hace algunos
años, el iconoclasta director británico decía en una entrevista: “Cuando
innovas un veinte por ciento en tu obra pierdes un ochenta por ciento de tu
público. Y yo estoy dispuesto a quedarme con ese veinte por ciento más
inteligente. El buen cine tiene que ser como la buena literatura: exigente. A
mí me han tirado mierda de perro y cócteles molotov por mis películas, pero me
alegro porque eso quiere decir que hicieron repensar a alguien sobre cosas que
había dado toda su vida por supuestas.”
Justo ahora, en plena
fiebre de veganos y vegetarianos, el que una mujer decida hornear a su amante
para servírselo al marido vestida de negro, con una pistola apuntándole a la
cabeza, y en perfecto estado de cocción, ¿no es exquisitamente perverso?
The cook, the thief, his wife & her lover
Peter Greenaway
Miramax, 1989
The cook, the thief, his wife & her lover (OST)
Michael Nyman
Venture/Carolina, 1991