25.12.21

índex_entre duchamp y gutenberg



Con curaduría de SAMIA FARAH y museografía de OMAR SAID CHARRUF, ÍNDEX: MUESTRA DE LIBROS DE ARTISTA, reúne a 20 creadores + colectivos en el CENTRO DE ARTES VISUALES, ubicado en el barrio de Santa Ana [MÉRIDA, YUCATÁN]. Construidas a partir de leyes efímeras, híbridas, mutables, las piezas motivan reflexiones en torno al libro como objeto y contenedor de experiencias.




NEW WEIRD


En Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Borges relata cómo un reino ficticio, citado en una versión apócrifa de la Enciclopedia Británica, consigue emanciparse de sus orígenes literarios para incidir y apropiarse de la realidad. Lo publica por primera vez en el número 68 de la revista Sur [Mayo de 1940] y sienta las bases de la ficción especulativa. 


Orson Welles logró algo similar el domingo 30 de Octubre de 1938 con la transmisión radiofónica de LA GUERRA DE LOS MUNDOS, que generó un clima conspiranoico de escala masiva en Estados Unidos. Sin ir más lejos, el propio QUIJOTE perseguía gigantes que eran molinos de viento.


Las obras de ÍNDEX amplían estas coordenadas de imaginación new weird. Hay algo de enciclopedismo fantástico, odisea vintage y antología clínica en el orden y la estructura de sus elementos. Como en las novelas de GONÇALO TAVARES, cuya base ensayística desliza situaciones absurdas, o los cuentos atmosféricos y terribles de SAMANTA SCHWEBLIN que nos enseñan a leer personas, objetos y escenarios de forma transversal. 



UNBOXING KANT


El libro de artista se remonta a piezas como la CAJA VERDE (1929) de DUCHAMP y TWENTY SIX GASOLINE STATION (1963) de RUSCHA. Es posible afirmar que admite cualquier tipo de abordaje, materiales, intervenciones y procedimientos, siempre que el artista sea capaz de integrar sus ideas y aterrizarlas en soportes, físicos o virtuales, para una (potencial) exhibición/instalación.


Situado en la esquina más bien CONSERVADORA, HAROLD BLOOM defiende los criterios estéticos del libro por encima de la ideología, la política o el activismo social. También afirma que solo tres cualidades sirven para juzgar la obra literaria: poder cognitivo, belleza y sabiduría. Palabras más o menos, allí radica su esencia, el llamado CANON.


Sin embargo, el libro objeto es de vocación RUPTURISTA. Desafía la propia noción de lectura y la lógica de cómo y qué leer. A través de una visión integral, como emprendió KANT al unir racionalismo y empirismo, ÍNDEX juega con ambos polos. Se trata de una muestra sólida pero también versátil, llena de hilos narrativos invisibles y sorpresivos finales abiertos para pensar fuera de la caja.



LOOK & FEEL


Ciertos artistas presentan dispositivos que dependen de la INTERACCIÓN directa o convencional, una lectura que involucra el uso de las manos, la experiencia de hojear un volumen y apreciar sus atributos sensoriales (textura, paleta cromática, materiales heterogéneos). Otro tipo reúne trabajos de carácter EXPANSIVO: mapas, cronologías, documentaciones o registros lineales/asincrónicos. Se yuxtaponen conceptos que dan como resultado una variante insólita, que mueve a la ironía o al asombro.


El empleo de papel y soportes alternos transmite discursos monotemáticos, (auto) ficcionales, lúdicos, subversivos o introspectivos, para invocar mapas de pensamiento lateral. Cada LIBRO OBJETO contiene su mensaje a través de técnicas o medios que provienen de la escritura, las artes visuales/gráficas, el cine, la fotografía, el videoarte y el performance. Son PIEZAS cuyos rasgos formales mantienen una relación de mutuo beneficio con el ESPACIO MUSEOGRÁFICO. Este las contiene bajo un equilibro de funcionalidad y estética, con criterios de orden, limpieza y claridad conceptual.  


Dispuestos en seis módulos, estos objetos tienen presencia física, integridad ontológica y carisma estético. Las 6 salas en el Centro de Artes Visuales/CAV, eje rector de su distribución, destacan por una luz sabiamente dosificada. La secuencia milimétrica del montaje, el mobiliario idóneo para obras que requieren tratamiento especial y los accesos amigables con el espectador dan como resultado una visita de extraordinaria fluidez. 



WHAT IF…?


En suma, se aprecia un CONJUNTO donde artistas de varias generaciones y procedencias integran un cuerpo multiforme. Si bien hay vasos comunicantes (geografías/biografías apócrifas, aproximaciones desde el collage, el facsímil y el palimpsesto, maletas o cápsulas espaciotemporales, archivos íntimos), predominan sensaciones fantasmales de extrañeza y prodigio. De niño, uno solía leer ciertas revistas con el eslogan Believe It Or Not! Al final se preguntaba: “¿Será esto posible?” Así en ÍNDEX. 

Un álbum, una bitácora, un cuaderno científico son especies raras, hallazgos que pueden iluminarnos (como afirma Harold Bloom: Leemos para encontrarnos, para impulsarnos a un sentido más abundante de la vida) durante el trayecto. Cada libro despliega rutas metafísicas: el viaje del héroe, en el sentido de Joseph Campbell, que desde la llamada a la aventura hasta la apoteosis final nos obsequia intuiciones místicas. No leemos a otros: nos leemos en ellos, decía José Emilio Pacheco. ÍNDEX lleva esta consigna al siguiente nivel. 



SHOW, DON’T TELL


Dada la naturaleza irrepetible y única de cada obra—salvo fanzines y folletos impresos—, asistimos a  un escenario lúdico, ajeno a las reglas del mercado editorial. ÍNDEX nos invita a leer imágenes. El fenómeno estético puro nos sonríe. Las piezas rehúsan interpretaciones reduccionistas, exploran el otro lado del espejo, se cuestionan a sí mismas como artículos de consumo cultural. Se agradece la mirada de un testigo entrenado en arte contemporáneo, abierto a la empatía sensorial, cómplice de vivencias, sueños, fantasías, delirios que no reclaman ningún premio de la industria. 


Tal vez sin proponérselo, ÍNDEX sea una lección de humildad, un caballo de Troya contra el ego. Al reivindicar la función del libro sin circo mediático, lo devuelve a sus orígenes: proteger el conocimiento, transmitirlo a las generaciones futuras y mantener el fuego encendido. Esto ya lo intuía GUTENBERG hacia 1455. En La estructura ausente, anota UMBERTO ECO: Utilizar una piedra por primera vez no es cultura. Establecer qué y cómo la función puede repetirse y transmitir esta información del náufrago solitario de hoy al náufrago solitario de mañana, esto sí lo es. Un libro es una isla para evitar naufragios. 



LAS VOCES


Por su nivel de consistencia, alcances y temperamento, ÍNDEX recuerda al álbum Le fil [2005], de CAMILLE, donde todas las canciones fueron encadenadas de forma ininterrumpida sobre la nota SI. Palabras, voces, murmullos, risas. La VIDA misma que se fuga sin tregua. El resultado es asombroso.


Los creadores de ÍNDEX hablan sobre sus obras

 

SAMIA FARAH nos comparte sus impresiones sobre ÍNDEX



Proyecto + Curaduría

Samia Farah


Museografía 

Omar Said Charruf


Artistas

Alex Dorfsman · Anna Karen Miranda · Ariadne Guzmán · Esmeralda Torres · Laboratorio de Imagen · La Duplicadora · Luis Carlos Hurtado · Merma Editorial · Mina Bárcenas · Meghan Cardeña · Marijose Romero · Omar Said Charruf · Patricia Lagarde · Revista Vórtice · Samia Farah · Sofía Paredes · Valeria Sánchez · Vanessa López · Yani Pecanins · Yukari Uzeta 


Sede

Centro de Artes Visuales CAV. Centro Histórico de MID, frente al parque de Santa Ana. Horario de visita  de martes a viernes, de 9 AM a 8 PM; sábados y domingos, de 11 AM a 6 PM.







Este proyecto cuenta con financiamiento del programa Apoyo a Instituciones Estatales de Cultura (AIEC).


CONEJOBELGA agradece a SAMIA FARAH 

las facilidades para visitar la exhibición.


ÍNDEX. ENTRE DUCHAMP Y GUTENBERG

Contenidos: Christian Núñez

Imágenes: Omar Said Charruf

 

24.11.21

los pequeños macabros_eros, tánatos, satanás


Mediante un estilo de resonancias góticas, 

Los pequeños macabros, de Yesenia Cabrera

indaga con crudeza en el nihilismo cósmico.

 

Have you gone down

In the dark where none is welcome?

 

Dark Day, No, nothing, never

 

Los Pequeños macabros (Paraíso Perdido, 2020) obtuvo el Premio Estatal de Cuento de Tlaxcala «Beatriz Espejo» 2018. Bajo el pseudónimo Joyce Ligotti, Yesenia Cabrera hace un guiño al escritor de culto estadounidense y organiza una serie de ficciones violentas. Dividido en 5 módulos y un epílogo, además de un potente relato introductorio titulado 13, que recomienda el viejo adagio de no hacer tratos con el diablo, el libro inspira la misma sensación de tragedia, vértigo y morbo al ver un accidente automovilístico desde la ventanilla del automóvil. Atrocidades que bien podrían pasar por crónicas, muertes súbitas en situaciones inesperadas, imágenes de una crudeza naturalista, el bestiario es diverso y divertido. Que la autora cite a Stephen King o Edward Gorey en sus epígrafes en cierto modo tranquiliza. Uno sabe que está en buenas manos. O en sentido inverso: que el libro ha caído en las nuestras y llegaremos hasta el final. Entre monstruos no hay nada que temer. 


La nada, como aspecto fundamental de la vida, nos enseña los bordes del abismo. Más allá se dibuja un enorme agujero negro. En su seno la nada es un bucle o serie de fractales, álbum familiar del cosmos lleno de cuerpos putrefactos, gusanos y bacterias, cuaderno de contabilidad escrito por un autista metafísico. Se aprende, con el paso del tiempo, a reconocer esos límites, carencias o particularidades del sinsentido. Les conferimos valor estético. Los disfrutamos cínicamente. Pero la vida enseña que, tarde o temprano, su propio valor es el cero absoluto. Bienvenido entonces, animal bastardo, hijo de un plan superior fallido.  


El esfuerzo evidente por declarar afinidades, delimitar una franja y cavar hasta el fondo es otro de los atributos que Yesenia Cabrera muestra en su ópera prima. Lápidas, huesos y esquirlas conforman una economía del horror con resonancias góticas. De forma inexplicable, uno siente la atracción del vacío. En memoria de Frankenstein, nos dejamos subyugar por criaturas bestiales que alguna vez fueron humanas. Si la lectura fuese un búnker, en el encierro aprenderíamos lo necesario para evitar cualquier tentativa de socialización. La especie humana va directo al matadero. Respirar es tan solo un trámite. Una ficha fúnebre. Si en el transcurso de la catarsis explotamos en carcajadas, todo habrá valido la pena. En cuanto a humor negro, Los pequeños macabros brinda una terapia más poderosa que la de cualquier frasco de Fluoxetina. Vamos a reír en serio, de nuestra muerte y la de quienes amamos. De nuestras convicciones y las ajenas. A lo lejos ningún horizonte, ningún pájaro, ninguna señal. 


Y así con todo. Así también los colmillos, la tristeza, el bisturí. Así los hospitales y cementerios, el manicomio y la prisión. Así las muchedumbres, los grupos de manifestantes en Wall Street, prostitutas y monjes, la carne y el espíritu. Así las mariposas y luciérnagas que brillan en pupilas de moribundos a diario. Así los túneles donde Lumière y compañía esperan taciturnos. Así los árboles donde hemos enterrado mascotas y secretos de la infancia, así la soga, así la guillotina. Miramos hacia delante y morimos de miedo antes de cerrar los ojos y sentir la quijada del tiranousario rex. 


Ese nihilismo cósmico viene a posteriori, nunca se impone como cátedra. Simplemente ocurre, nos besa el cuello y, mientras desanudamos nuestros zapatos, caemos rendidos a sus pies. El horror es un paroxismo sensorial donde muere el propio lenguaje, una lápida metafísica. Entre ataúdes no hay alarde. La economía del vacío pone en orden las cosas. Yesenia Cabrera organiza relatos oníricos a modo de clústeres, pesadillas arremolinadas que recuerdan las tumbas de Bloodborne. La sensación de asistir a una función circense que terminará de la peor manera es la oferta inicial. Cada acto inspira miedo; es posible que algunos incidentes de insomnio y sombras ambiguas se multipliquen, incluso que prendamos fuego a nuestro dormitorio. Lo que un forense diría es que nada tiene importancia en este limbo de paredes sin techo, excepto la lectura de Los pequeños macabros; en las tinieblas, el cuerpo no miente. Y si pudiéramos oírlo, y si lográramos responderle, ¿pero acaso existe algo más hermoso que el mutismo post mortem?  


Reyes y bufones en el mismo circo que arde día y noche hasta que las cenizas manosean nuestros párpados. Uno se pregunta qué clase de Dios permite que sus criaturas sufran endemoniadamente. Uno se pregunta si esa deidad no es un monstruo, una serpiente que se muerde la cola. Uno se pregunta. Muere y se pregunta. La fauna cadavérica sigue su viaje al cataclismo. Y entonces la nada cobra sentido. Es en realidad lo único que no muere. Uno muere. La nada sigue ahí. Es una economía perfecta, profunda y misteriosa. Ecuación de una incógnita que siempre da cero. Eros y Tánatos. Satanás.

 

Los pequeños macabros

Yesenia Cabrera

Paraíso Perdido, 2020


12.10.21

cuando las luces aparezcan_un atentado celeste

 

En sus ficciones, Roberto Abad crea un código

a partir del realismo y los géneros fantásticos.



Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco el atroz equívoco


Vicente Huidobro, La poesía es un atentado celeste




Constelaciones y nodos


En 1919, Freud publica el ensayo Lo siniestro (Das Unheimliche) para consignar sus observaciones acerca de cierto tipo de sensibilidad estética. Este concepto, que designa la extrañeza familiar, sirve a menudo para referirse al género fantástico desde una aproximación teórica. Hay semejanzas entre el término unheimlich y locus suspectus -> lugar indeseable (latín), xenos -> extraño (griego), uncanny -> raro (inglés). Como sea, la incertidumbre intelectual es condición indispensable para invocar lo siniestro. En palabras sencillas: nos asusta lo que no viene de casa. 


En Lo raro y lo espeluznante (2017), Mark Fisher intenta ir un poco más lejos. Primero traza una dicotomía entre lo unheimlich y este par de conceptos. Después concluye:


Sin duda alguna, hay algo que comparten lo raro, lo espeluznante y lo unheimlich. Son sensaciones, pero también modos: modos cinematográficos y narrativos, modos de percepción, y, al fin y al cabo, se podría llegar a decir que son modos de ser. En todo caso, no llegan a ser géneros. Quizá la diferencia más importante entre, por un lado, lo unheimlich y, por el otro, lo raro y lo espeluznante sea su manera de lidiar con lo extraño. Lo unheimlich freudiano se relaciona con lo extraño dentro de lo familiar, lo extrañamente familiar, lo familiar como extraño; la manera en la que el mundo doméstico no coincide consigo mismo. (…) Lo raro y lo espeluznante actúan a la inversa: nos permiten ver el interior desde la perspectiva exterior. Y, como veremos más adelante, lo raro es aquello que no debería estar allí. Lo raro trae al dominio de lo familiar algo que, por lo general, está más allá de esos dominios y que no se puede reconciliar con lo «doméstico» (incluso como su negación). La forma que quizá encaja mejor con lo raro es el collage, la unión de dos o más cosas que no deberían estar juntas.


Subgéneros como la ficción especulativa, el horror y el fantástico se ubican en tales coordenadas. De hecho, a partir del análisis de Lovecraft, Houellebecq define la estructura del relato fantástico como sigue: «Al principio, no ocurre absolutamente nada. Una felicidad trivial y beatífica inunda a los personajes, felicidad adecuadamente representada por la vida de familia de un agente de seguros en una zona residencial norteamericana. Los niños juegan al béisbol, la esposa toca un poco el piano, etc. Todo va bien. Luego, poco a poco, empiezan a multiplicarse incidentes casi insignificantes, que coinciden de manera peligrosa. El barniz de la trivialidad se agrieta, dejando paso a inquietantes hipótesis. Inexorablemente, las fuerzas del mal hacen su entrada en escena.»


Si trazáramos nodos entre autores latinoamericanos, sería fácil reconocer la obra de Samanta Schweblin, Mariana Enriquez y Luciano Lamberti dentro de la lista. Por lo menos diríamos que, sin renunciar a una tradición, es notable su entusiasmo por los subgéneros. También destaca otro rasgo: todos ellos reflexionan sobre procesos sociopolíticos en sus ficciones, tendencia que ya se podía apreciar en el Informe sobre ciegos de Ernesto Sabato, que pertenece a otra generación. «Hay una cuestión política en todo esto. La dictadura argentina, entre las múltiples perversiones que cometió, entregaba hijos de personas asesinadas a otras familias para que los criaran. Básicamente, les quitaba el derecho a la identidad, a saber quiénes eran», comenta Enriquez a propósito de su novela Nuestra parte de noche. 


A últimas fechas, ya se insinúa un gótico latinoamericano y un refrescante new weird latinoamericano. Si esto es así, hablamos no solo de movimientos nutridos por el influjo de la cultura pop, que disuelve jerarquías académicas, sino también de fajas impresas oportunamente para efectos de marketing. 



Ufología y conspiranoia


Cuando las luces aparezcan (Paraíso Perdido, 2020), de Roberto Abad, estructura seis relatos que bien podría insertarse dentro de los antecedentes arriba descritos. Conformado por dos mitades simétricas, Formas de abducción y Después del contacto, produce cuestionamientos en torno al otro como fuente de situaciones angustiantes y oníricas. A menudo sus personajes padecen pesadillas que remiten lo mismo a fenómenos extraterrestres que a fracturas del tejido social. De forma inversa, los trances oníricos insinúan realidades ajenas al orden lógico. Un Creepshow de alienígenas y alienados que sobrevuelan en tramas insanas. 


Formas de abducción, primer bloque del libro, reúne Historia sobre mi familia, El retrato y Amatlán. Tres episodios en ambientes rurales que se nutren de la ficción extraña y el realismo estadounidense, con giros argumentales precisos, angustia acumulativa y desenlaces abruptos. Después del contacto, la segunda camada de relatos, modifica su estrategia. El tratamiento de lo fantástico mezcla tonos y atmósferas, noir y sci-fi de manera menos cohesionada. Los visitantes, Hijo y El último experimento recuerdan episodios nunca vistos de series distópicas. Por contraste, ambas mitades hacen clic.


Cuando las luces aparezcan indica que Abad ha estudiado las señales de universos lejanos y sabe cómo crear símbolos propios. Pone las cartas sobre la mesa y sale bien librado. Va en busca de soluciones formales cinemáticas. Más de una secuencia en sus relatos crea la ilusión de estar viendo una película. El cuidado de la forma, los diálogos, algunas caricias al melodrama. Como sea, el título inspira optimismo respecto al futuro de la ficción especulativa en las mesas de novedades editoriales. Las historias ejercen un poder magnético devastador. Nos inducen al desconcierto, al epílogo del detective Cole en True Detective: 


«Hubo un momento, cuando estaba en la oscuridad: pude sentir que mis límites se agotaban. Y debajo de esa oscuridad, hay otra más profunda. Desaparecí. Luego desperté.» 


La tensión nunca resuelta entre ufología y conspiranoia, piezas de un puzzle destrozado, mapa que Borges jamás pudo ver, logra momentos de ansiedad tan atractivos como tortuosos. Danza húngara de agujeros negros. «No puedo juzgar la oscuridad, pero sí a los que habitamos en ella», informa uno de los personajes. «Adentro de mí crece un abismo», otro parece responderle. Incapaces de ver, imaginamos la farsa. Pero nunca sabremos si el truco del mago pertenece a un plan mucho más ambicioso. Y si es posible que esto mismo sea parte del complot: hacernos creer que lo descubrimos.   

 

Cuando las luces aparezcan

Roberto Abad

Paraíso Perdido, 2020


18.8.21

nuestra parte de noche_línea de sangre



En su exploración del terror con elementos de crítica política y social, Mariana Enriquez crea un artefacto literario en sintonía con autores como Ernesto Sabato y Stephen King.


 

Nuestra parte de noche (2019), de Mariana Enriquez, relata la historia de una poderosa familia involucrada en sangrientos rituales, en el corazón de la selva argentina, y de cómo intenta perpetuar ese legado a través de un médium y su hijo. Es una novela de 667 páginas, dividida en 6 partes, que termina girando sobre su propio eje gracias a un ingenioso sistema de tiempo, espacio y acción. Los intereses temáticos que Enriquez dominaba en los dos libros de relatos publicados en Anagrama, espeluznantes como un par de mellizos malvados—Los peligros de fumar en la cama + Las cosas que perdimos en el fuego—, se amplían ahora en una polifónica estructura de voces alucinadas, donde muertos y desaparecidos por la dictadura argentina siguen flotando en pesadillas y trances. 


En Mariana Enriquez lo político es consustancial para fijar sus fobias y filias. No hay terror sin enfrentamiento con realidades turbias, muchas de las cuales ya se han documentado periodísticamente. En sus numerosas entrevistas, la escritora suele aportar datos complementarios, mencionar referencias. Como el caso de Omaira Sánchez, la niña colombiana cuya muerte a causa de un deslave volcánico fue televisada en 1985. El mecanismo mediante el cual se integran sucesos policíacos a tramas contiene tanto crítica social como pertinencia narrativa. La técnica, que también se observa en la producción de Stephen King, consiste en alternar varias capas de realidad a la ficción de manera dosificada. Hay suficiente elegancia en su modo de hacer sufrir a través de golpes emocionales.


Nuestra parte de noche incluye secuencias donde el terror seco, la violencia súbita y la angustia son tangibles. Aludir al terrorismo de estado durante la dictadura y ambientar el primer bloque de sucesos en un contexto turbio, de sonrisas ambiguas y falsas amabilidades, genera más miedo que un fantasma. También veremos fantasmas: todos los desaparecidos están frente a nosotros. Tras la muerte de Rosario, su esposa, Juan y el pequeño Gaspar viajan en auto hasta la casa donde Mercedes los recibirá en Puerto Reyes. Sabemos que el asunto terminará mal. La suegra es perversa; ella y la Orden están obsesionados con la inmortalidad—transferir su conciencia a otro cuerpo—y nosotros debemos caminar entre tinieblas, por senderos que recuerdan a las ilustraciones de Alfred Kubin.


La Oscuridad es un dios que solo Juan puede invocar, pese a sus problemas cardíacos. Esto lo convierte en un ser frágil, desconfiado. Enriquez consigue crear un personaje complejo, aislado socialmente, cuyo hijo heredará los mismos patrones. Ese legado inevitable convierte a Gaspar en un prisionero de una cárcel sin muros. Porque tiene a la Orden a sus espaldas, y aunque jamás los haya visto, es capaz de intuir el mal. La paranoia por una amenaza invisible lo está enloqueciendo: Gaspar huye de algo que está en su interior. Los dos bloques narrativos de sus aventuras con Vicky, Adela y Pablo, primero durante la infancia y luego en la adolescencia, son entrañables y tristísimos, nostalgia hardcore como en Déjame entrar de John Ajvide Lindqvist. 


Pero aquí no hay vampiros, sino una casa que hace desaparecer a las personas. Quizá, también, los ecos de Shirley Jackson. Y mucha, muchísima sangre.  


Los homenajes remiten tanto al Informe sobre ciegos de Sabato como a It de King, pasando por Cumbres borrascosas de Brontë, dioses primigenios marca Lovecraft, imaginarios ocultistas del gótico inglés y canciones de Bowie, quien hace un par de cameos. Lo malo: en detrimento del ritmo, se acumulan demasiados nexos argumentales que eslabonan pasado y presente. Lo bueno: dado que se trata de un artefacto literario cerrado sobre sí mismo, como el reloj en Cronos de Guillermo del Toro, este monstruo sagrado se ha ganado un sitio de honor en la narrativa contemporánea. Sabato: “Existe una belleza trágica, que puede ser tenebrosa. La belleza tenebrosa de ciertos sueños, por ejemplo. Lo que pasa es que la palabra belleza es muy proclive a ser frivolizada. Porque lo lindo nunca puede ser trágico o tenebroso. La belleza, sí.” 


Desde ya les anticipo que el cierre es devastador.  


Nuestra parte de noche. Mariana Enriquez. Anagrama, 2019.

 

10.8.21

landings 6 + 7_postal cubana


La Habana, Cuba. El 16 de Noviembre de 2007 se inauguraron las ediciones 6 + 7 de landings en dos espacios de Casa de las Américas, la Galería Latinoamericana y la Galería Haydée Santamaría, respectivamente. Artistas visuales de Cuba, Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Puerto Rico, Belize/USA y México, orquestados por Joan Duran, concibieron los landings más elementales a partir del sonido y la electricidad.






Euforia


En un cuaderno amarillo tomaré nota de todo. 


Es un diez de noviembre de 2007. Llego a La Habana por la tarde, con Pepe y Alberto. Ya nos esperan en el aeropuerto y, tras el aterrizaje, somos trasladados a la residencia para estudiantes de Casa de las Américas (CA). El crepúsculo es tan hermoso como fascinante. En el malecón, Rubén, de unos treinta años, nos pide dulces para su hija. Intenta ir hasta nuestra habitación. Pepe lo trata con frialdad. 


Por la noche, caminamos a casa de Samuel, ubicada en El Cerro. Esperamos el autobús en un parque. El camión se llena todavía más. Vamos a una fiesta desconocida, felices. Gritamos. Será nuestra bienvenida, la primera y más apoteósica. Pepe, Alberto y yo volvemos en taxi a la residencia. Antes de subir al doceavo piso, paseamos de nuevo por el malecón. Hemos visto a Rubén. Le digo “acompáñame, te daré los dulces” y se queda en la entrada del edificio, esperando. Nunca lo volveremos a ver.


 

Publicidad


He visto aquí al menos tres tipos de carteles publicitarios: los de ideología comunista, los que acusan a Estados Unidos por el bloqueo económico y los que promueven la lectura. Burger King, Macdonald´s o Coca-Cola son franquicias ausentes. Se venden productos sustitutos. Una marca de cigarrillos cubanos se llama Hollywood. Víctor, artista de El Salvador, burlándose de la mercadotecnia, la piratería y la imitación de modelos norteamericanos, va a presentar una serie de películas apócrifas en la Galería Haydée Santamaría. Las portadas incluyen premios en festivales de cine que jamás existieron. Cuando abro los estuches, descubro que están vacíos. 


Por un lado, se montan todas las piezas que funcionan a base de energía solar y, por el otro, se instalan dispositivos de audio. Un par de chicos juegan en la terraza durante el montaje. El más grande camina de cabeza con las manos. El menor se contorsiona. Pepe y Alberto los fotografían. Mientras realizan su performance, alguien intenta vendernos una falsa moneda conmemorativa del Che Guevara. El vigilante les pide a todos que se marchen. Tres días después conozco a Franklin, un escritor de Nueva York, afuera de la galería. Hablamos sobre el silencio. Barremos hojas secas.


 

Lucky


Los edificios y las casas pertenecen a su propio tiempo. La arquitectura presenta corrosión. El agua carcome las paredes. Es fácil percibir el impacto de la sal sobre construcciones, aparatos eléctricos y escaleras. A lo anterior habría que añadir que tantos automóviles viejos imprimen una atmósfera de filme clásico a la escenografía. La vida en La Habana se detuvo. Los perros duermen, la ropa cuelga, las chicas viajan en autos antiguos y cada muro paga su tributo al mar. Pero los elementos en conjunto son increíblemente hermosos. 


Entre las jineteras, había una muchacha infectada de sida que tenía un perro llamado Lucky.


 

Episodio K


Desde mi llegada, intento resolver un problema con la tarjeta de débito que había comprado en Mérida. Alberto y yo recorremos más de tres cajeros y dos bancos, pero no logro retirar efectivo. Luego acudimos a la oficina de Caribbean Transfers. Esperamos un poco. La secretaria me entrega un número telefónico. “Habla con Viena”, me dice, como si se tratara de una operación secreta. Regreso a la residencia. Marco el número. Tras un par de llamadas, la mujer al otro lado del teléfono resuelve el asunto en media hora. La tarjeta se había bloqueado. El domingo, cuando intenté sacar dinero por primera vez, había tecleado incorrectamente mi clave tres veces. Error de memoria. “Ya la desbloqueamos, pero sea cuidadoso al escribir su número de identificación personal”, recomienda Viena. Ese mismo día, en otro lugar, a Karlo le duele una muela. Adislen lo acompaña a la clínica. Esperan, consultan. El médico prepara los instrumentos. Le pide a Karlo que tome asiento y abra la boca. Justo cuando van a intervenirlo, la operación se cancela porque no hay agua. 

 


De nada


Yulián es una chica de provincia que ha viajado a la capital con su amiga María porque necesita operarse los ojos. La he visto dos veces. La segunda ocasión, le regalo un libro de Bukowski. Nos hemos citado en un café. Platicamos media hora. De 7:10 a 7:45 PM. Acordamos reunirnos después, pero será imposible. No habrá tiempo de nada.


Tras una cena con el embajador de Taiwán en Belice, quien ha viajado con su familia para asistir a la inauguración de las exhibiciones, el grupo de artistas dará un paseo por la Habana Vieja. Pasadas las dos horas ocurre lo inevitable: el ánimo se desinfla. Pepe, Alberto, Franklin y yo seguimos caminando. Me recuesto sobre la banca de un parque, abro los ojos y recuerdo a Holden Caulfield. 


En Casa de las Américas, Joan Duran se refiere a landings como el guión de una película demencial y habla sobre las virtudes morales de los artistas que trabajan con él. Conozco muchos artistas hijos de puta y el 99.9 de los artistas de landings son valiosos como personas. Cada uno de nosotros antes de irse tiene que dejar este mundo un poco mejor. Jamás considero esto un trabajo. Lo considero una obligación.    


Un señor entre el público tira sus dardos. Ustedes, al realizar obras in situ, resuelven satisfactoriamente el dónde, ¿pero el qué y el cómo? ¿De qué manera resuelven el problema del contenido y la recepción del mensaje? Los artistas balbucean. Anyel habla del espacio específico. Paulina solo alega lo difícil que resulta medir las reacciones del espectador si uno se va al día siguiente de la inauguración. 


Ana, furibunda, me dice que las piezas no han sido hechas para todo tipo de público, y que los artistas no pueden subordinarse a la inteligencia, o la falta de inteligencia, del espectador. En todo caso, admite, algunas obras no están hechas para el gran público, sino solo para cierto grupo de personas. No sé hasta qué punto la dificultad ha sido resuelta. Tras la conferencia del martes 13, el viernes 16 continúa el debate. 


Obras de gran pobreza material y mucha riqueza en cuanto a posibilidades. Ojalá la gente se lo tome a bien, comenta Joan Duran. El mar arroja su furia el día que se inaugura landings. L6: El salón sonoro de la Galería Latinoamericana, donde se mezclan voces en sentido contrario, de distintos tonos, parece el interior de una cabeza esquizoide. L7: Atiborrada de pupilas, la Galería HS exhibe obras realizadas en función de la energía eléctrica que producen los paneles solares Ecosol. 


Cerca de 500 asistentes, la mayoría jóvenes, sienten curiosidad cuando escuchan los audios promocionales desde las bocinas de dos FIAT, modelo Polski, a la entrada de cada edificio. landings se ha vuelto esclavo de sí mismo: la síntesis del dónde, el qué y el cómo sigue siendo escurridiza. No obstante, La Habana fungió como un excelente maestro de ceremonias. En medio de los festejos, camino a la residencia. Fin de la transmisión.





El evangelio landings


Austeridad material, riqueza de espíritu, el mar rompiendo en el malecón a 90 metros: territorio landings. Proyecto ensamblado desde países donde los artistas han adquirido sensibilidad a base de carencias y limitaciones. landings es darle un giro a las adversidades. Su alcance guarda paralelismos con una revolución armada.


Si cada uno de los libros landings transmitiera una enseñanza profunda, éste, el blanco, el más metafísico de todos, hablaría sobre luz y tinieblas, sobre energías, pulsiones y fuerzas que transforman la realidad. La segunda lección moral del evangelio consiste en saber callar antes de emitir un sonido vano.


L6: casi a oscuras, los rostros de las personas perdían identidad y credibilidad, flotaban como partes desmembradas de cuerpos fantasmagóricos. Y quizás porque desconocemos los idiomas no escuchamos los gritos de auxilio, las afirmaciones irónicas o el tartamudeo de quien se ha cansado de esperar. La gente salía y entraba como si nada. Las ediciones 6 + 7 de landings cultivan el optimismo en tiempos de niebla y fanfarronería artística. Los elevados preceptos estéticos, inyectados en las venas de los 13 apóstoles, estructuraron un código lanzado desde el malecón en espera de buenos receptores. Una geografía de espíritu une las coordenadas y el gran momento ha de ocurrir a unos cuantos centímetros de las pupilas del espectador. Ceguera y luz metafóricas. En la isla está permitida la desilusión, la falta de fe.


L7: la electricidad a base de energía solar nos remite al descubrimiento del fuego. La solución está ahí. 1 disco de vinilo giratorio con 1 minúscula luz encima. 1 ventilador dirigiendo con sus bocanadas 13 rehiletes, 8 macetas con 13 + 13 plantas de maíz en crecimiento: sembrar, crecer, creer.


6 + 7 (13) elabora una metafísica de la energía eléctrica y solar, sublimándola hacia meditaciones de carácter sociopolítico a través de obras de una simplicidad y belleza desconcertantes. Definir conceptos no sirve de mucho para un proyecto eminentemente sensorial. Y ese es el propósito del presente volumen: acercarnos al instante de la magia que los voltios transmiten a las cosas, que las cosas transmiten a los seres y que los humanos llevan consigo hasta el momento del aullido final. Clic.


Christian Núñez

21 de Noviembre, 2007, Mérida, Yucatán 








 Imágenes: ConejoBelga + MID51 


entrevista con joan duran en dudumdush