Mostrando las entradas con la etiqueta Niños. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Niños. Mostrar todas las entradas

agosto 01, 2022

the black phone_la máscara y el trauma

 

Scott Derrickson adapta The Black Phone, relato de Joe Hill sobre un secuestrador de niños y un teléfono que recibe llamadas desde el más allá. 



Scott Derrickson dirige The Black Phone (2022) como una suerte de exorcismo, para liberarse de su propia niñez en un barrio violento. Sabe cómo crear empatía y poner el dedo en la llaga al mismo tiempo. «Lo que menos me interesaba era tener un abordaje nostálgico al pasado. Es lo típico de las películas de género con niños protagonistas, lo cual no tiene nada que ver con mi propio concepto de la infancia. La emoción fundamental que sentí de niño fue miedo. El bullying… Vivía en una cuadra con 13 muchachos, yo era el menor y en nuestro vecindario reinaba la violencia. Se peleaban casi a diario. Los chicos sangraban muchísimo. Había violencia en mi casa. La escena del cinturón proviene de mis recuerdos. Y no se trata de una excepción: la mayoría de los niños tenían padres que los educaban así. Era la época.» (ScifiNow, 23.06.22) Es fácil comprender entonces cómo Derrickson ha sabido traducir a su lenguaje cinematográfico el relato de Joe Hill, incluido en la colección 20th Century Ghosts (2005).


Si bien es cierto, según palabras de Stephen King, que nos inventamos horrores ficticios para ayudarnos a soportar los reales, resulta significativo que Derrickson haya decidido filmar esta película, y no la secuela de Doctor Strange para Marvel Studios, por una cuestión de coherencia interna. En primera instancia, estamos ante una historia con el feeling que ya hemos visto en Sinister (2012), con un tono de thriller policiaco barnizado de carisma vintage y alusiones a Stephen King. Tenemos una presencia inquietante, ahora representada por un mago que secuestra niños y deja globos negros como evidencia, cuyo performance corre a cargo de Ethan Hawke. También hay un par de hermanos, Gwen + Finney Blake, interpretados por Madeleine McGraw y Mason Thames. Y un teléfono negro, sin conexión, que recibe llamadas del más allá. El universo narrativo es compacto, las acciones definen un conflicto con la tensión suficiente para seguir la trama, y uno termina fascinado por las conversaciones entre vivos y muertos. No hay desperdicio en la historia, cada detalle ha sido puesto ahí por un motivo; intrigante en las primeras secuencias, luego bastante obvio. 


«Todas las víctimas se basaron en niños que conocí cuando tenía esa edad—explica Derrickson.— Estuve en terapia durante tres años, lidiando con mis traumas de la infancia.» La escritura del guión, a dos manos con C. Robert Cargill, refleja no solo las pesadillas del director sino el espíritu de una generación herida. «La película trata sobre el trauma infantil y, en concreto, sobre la resiliencia de los niños.» En esto, The Black Phone tiende vasos comunicantes con Let the right one in (2008), otra adaptación al cine de una obra literaria sobre acoso escolar, brechas generacionales y violencia sistémica.


Mención aparte merecen valores de producción como la banda sonora de Mark Korven, el vestuario y la excelente fotografía. El diseño de la máscara que porta el secuestrador es del veterano Tom Savini, ya con un largo kilometraje en temas de maquillaje y efectos especiales para cine de terror. «La única referencia que le di—relata Derrickson—fue El hombre que ríe, por la máscara sonriente. No tenía ninguna otra referencia, solo esa. Luego él volvió con un boceto bastante prematuro que es, básicamente, la máscara que aparece en pantalla. Tan pronto como la vi, dije: Dios mío, eso es todoThe Black Phone no apila secuencias de asesinatos, como un slasher de viernes por la noche. Tampoco es una coming of age movie, pues no tiene la paciencia de mostrarnos una línea de tiempo extendida. Uno de sus grandes méritos radica en su ritmo directo como un puñetazo en el rostro, y en los sucesivos ganchos emocionales que sabe cuándo y cómo propinarle al espectador. De ahí, quizá, que sus mayores influencias sean Los 400 golpes (1959) o El espinazo del diablo (2001). Los niños jamás se aburren. Ni siquiera muertos. 


Producida por Blumhouse, The Black Phone incluye al menos un par de escenas emblemáticas que van a recorrer nuestros pasillos mentales como un roedor hambriento. Recordarlas es de lo más satisfactorio.

 






 

abril 09, 2020

kiki_el mar, la bruja y su gato


Un clásico de Ghibli, disponible ya en Netflix.
  
El catálogo de Ghibli llega por fin a Netflix con películas entrañables como El castillo en el aire (1985), Mi vecino Totoro (1988), La princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2001), El increíble castillo vagabundo (2004) y Kiki: Entregas a domicilio (1989). La mayoría de tales producciones fueron realizadas por el director Hayao Miyazaki, gracias a quien dicha casa animadora obtuvo un Oscar por su trabajo en El viaje de Chihiro, el primer largometraje con formato de anime en ganar esta categoría. Más de una vez nos hemos emocionado con los paisajes y personajes del universo Ghibli, como es el caso de la bruja primeriza Kiki.     

Kiki es una chica de 13 años que emprende una odisea en compañía de su gato negro Jiji. Para ello necesita hacer “prácticas” en otra ciudad, a través de las cuales podrá adquirir experiencia y especializarse. Al principio siente la incertidumbre de no saber dónde comenzar, pero en su confusión encuentra una ciudad y se establece allí; todo se vuelve un poco más llevadero.  

Kiki sobrevive. Sola en un nuevo ambiente, conoce a una familia de panaderos que le proveerá confianza y hospedaje a cambio de realizar el servicio de entregas a domicilio. La magia parece sorprender a algunos, mientras que otros ven maravillados cómo las brujas se asientan en ciudades para brindarles pócimas, videncias y dones. Kiki se cruzará con nuevos amigos que le ayudarán a descubrirse como bruja, y aprenderá que la intervención de otros no le resta crédito a su esfuerzo personal. 








Los escenarios son asombrosos y llenos de vida. La animación de los vuelos de Kiki sobre el mar que rodea la ciudad es cuidadosamente detallada; brinda una sensación de cercanía inminente. Con perspectivas cenitales que enfatizan el paisaje y a los personajes, los cuadros de las películas dirigidas por Miyazaki generalmente son elaborados con animación tradicional y fondos de acuarelas.

La música, a cargo de Joe Hisaishi, nos cautiva mientras disfrutamos de la historia, con transiciones suaves y bien estructuradas. Siempre encontraremos una pieza que nos rondará en la cabeza por un largo tiempo. Algo que las vuelve memorables es que incluso después de mucho tiempo siguen siendo reconocibles a primera oída, como sucede con A wish to the moon de Mi vecino Totoro, One Summer’s Day de El viaje de Chihiro, Merry Go Round of Life de El increíble castillo vagabundo y, por supuesto, A Town With an Ocean View, el tema principal de esta animación. Pueden pasar años y volveremos a tararearlas con solo escuchar los primeros acordes.

Por otro lado, los protagonistas de Miyazaki son demasiado humanos. Sus películas incluyen alguna enseñanza o consejo moral, a pesar de no haberlos buscado. Como parte de la infancia de muchos, son obras recomendadas para cualquier audiencia. Kiki: Entregas a domicilio mantiene en alto el influjo del director japonés.





febrero 07, 2019

bob starship_mentiras peludas


ConejoBelga entrevistó a Bob Starship,
diseñador gráfico especializado en arte lowbrow, teorías de conspiración y autores subversivos.

 

CAPILLA
Un día, cuando ya había renunciado a la agencia de publicidad en la que trabajaba, lejos de Mérida, pensé: En algún momento de mi vida, voy a tener un Rothko, y lo primero que voy a hacer es ponerle un altar, porque la fe es abstracta. ¿Y sabes qué pasó? Después me enteré que él tenía una capilla.
  
MERCADOTECNIA
No es necesario que la obra artística te transmita algo, pero sí que tenga algún mérito. Mi idea en realidad es llegar a un público joven, millennials y centennials. Para los viejos tengo pintura, algo que ellos puedan pagar.  

Estoy usando la mercadotecnia para hacer mi arte. Aquí es donde me molesta Damien Hirst, porque hace cosas estúpidas. Considero que muchas obras de arte contemporáneo son chistes, son gags de artistas para artistas. Pero un artista no te va a comprar tu arte. ¿Entonces a quién le tienes que llegar? Al público. ¿Y cómo lo tienes que hacer? Pues identifícate con el público.
 
SURREALISMO POP
Lo que está de moda ahorita con los tatuajes, por ejemplo—los animalitos feos e imágenes perturbadas—, se está volviendo famoso gracias a los raperos. Es arte fácil. Como Dalí, que no vendía pintura sino su propia personalidad.

Últimamente he revisado una tendencia interesante, el lowbrow. Todos sus artistas se alimentan del pop, los chistes, los sarcasmos, se burlan tanto de los feministas como de los machistas. Ahora, estoy clavadísimo con el surrealismo pop.

Por cierto, ¿ya viste la caricatura Over the Garden Wall? Cabrón, vas a llorar. Es una serie de 10 capítulos. Elijah Wood hace la voz. Ahorita, mi man crush es Elijah Wood [risas]. Lo amo.
 
DESTRUCCIÓN
Es una contradicción cabrona, porque necesito entrar a todos los círculos para ver en cuál me quedo, en cuál me aceptan, pero, al mismo tiempo, me cagan todos los círculos, porque ya están muy maleados. Entre sí los miembros ya se tiran mierda, y no es constructivo. Yo igual lo hago, todos los hacemos, pero coño, si vamos a intentar hacer que Mérida sea un nido de artistas, tampoco debería haber tanta destrucción.

Te puedo decir que soy ególatra, pero celoso no. Si me preguntas cómo hice algo, te respondo Cabrón, mira, vamos a hacerlo. Comparto conocimiento.









AUTORES
Ni siquiera soy tan inteligente, ni siquiera soy un genio, pero a veces me cuesta trabajo hablar con las personas de Mérida. ¿Por qué los hijos de puta como Johnny Cash, Ian Curtis, Jim Morrison, Kurt Cobain, Amy Winehouse, es más, hasta Simón Bolívar—chinga su madre—sabían que eran herramientas para cambiar lo que estaban viviendo? A ese punto quiero llegar.

¿Sabes qué me afectó mucho? Una madre que me dijiste de Fernando Pessoa, esa madre de que se quiso desaparecer, y que su apellido significa persona. He tenido varias catarsis durante estos meses—y todavía tengo un chingo de cargas. La verdad es que he estado encerrado desde hace mucho tiempo, así que el único que me puede comprender soy yo [risas].


TEORÍA PUNK
No uso óleos, no sé cómo usarlos. Pinto con acrílicos, que no cuestan demasiado. Estoy trabajando sobre una misma pieza en distintos formatos: pintura, ilustración, tatuaje. Quiero estar experimentando. De hecho, por eso quiero estudiar una licenciatura en Artes Visuales. Quiero teoría.

Toda mi vida cabe en una caja de 60 x 90 cm, y encima hay una pirámide de libros. Eso es todo. En la Ciudad de México, me clavé leyendo a ciertos autores como Kerouac, Bukowski, Burroughs y Pizarnik. Todo muy punk.


NOVELA NOIR
Quiero hacer una novela noir, en seis tomos. Ya tengo la premisa. Es sobre un escritor que ha publicado libros como The Lord of the Rings, pero ya está en el declive de su carrera; su último título no tuvo nada de éxito. En una entrega de premios, le dicen que sus obras son obsoletas. Y un día recibe una carta a su dirección postal que era para el FBI. El remitente es una mujer llamada Sherly Thompson, quien le advierte de un complot, un conflicto equis que destruirá a la humanidad. El vato se clava con la carta, empieza a investigar y descubre que el contenido de la misma tiene sentido, pero la persona no existe. Sigue investigando, acude a los lugares mencionados y al final resulta que la mujer era una esquizofrénica. Él queda loco, y ella termina matando a su esposo.


STAND UP
En algún momento quise hacer stand-up. Pero luego entendí que eso ya es mi vida [risas]. Si eres publicista y no quieres llamar la atención, estás jodido. Entra a un claustro, a la verga.
   
Bob Starship / Mentiras peludas
Edición de textos: Christian Núñez
Imágenes: Cortesía Bob Starship + ConejoBelga

 


  MOM HAS
MANY FACES
 Bob Starship Visuales
ConejoBelga Textos  




 Deer
Encima de la mesa de los niños cantores
El incendio de las cosas materiales
Los lápices ardiendo tenuemente
Cajas de libros
Viento.
 
Dear
Hablábamos de ti aquella noche.
Escuché disparos y corrí a la cocina.
Entonces mi propio cadáver resucitó.
Y dijo desde la puerta:

Vete.
  
Dürer – Melancholia
Nadie se imagina lo que representa
Moverse a dos pies
Abrazados
Ella encima de mí
Poseída por el demonio.



 Vintage
Recuerdo a mi padre gritando en medio de una multitud de hormigas. Vomitaba sangre y no sabíamos qué hacer. Si llamar a la policía, pedir una ambulancia o dejar que la locura lo destruyera. Pusimos un disco de Roberto Carlos.
 
Fado
Tristeza me preguntó qué haré el fin de semana.
Voy a seguir vivo, le dije.
En ese caso me voy, respondió.

Pero sigue aquí.
  
Gift
El día de su cumpleaños, recibe un telegrama. Los padres venden sus juguetes, la canalizan con profesionales. Cierra los ojos, le piden, incluso. Cuando los abre de nuevo, está en un campo de concentración.
 



 Little ninja
Floto entre dientes de león
Y toda esa belleza
Me abandona.




 Lost suitcases
El ambiente de la oficina era más bien saludable y a nadie podía serle demasiado molesto. La mesa tampoco era demasiado grande ni estaba saturada de cosas. Nada era demasiado. En ocasiones de fulminante aburrimiento, si no había muchos pendientes, fumaba con un amigo en el patio. El amigo solía comprar cigarros y los compartía con él. Platicaban quince minutos. En verano, las nubes altas, pavorosamente limpias, eran taladradas por pequeñas aves negras. Si volaban más allá se perdían, mientras el sol iba repartiéndose por el mundo. Diariamente leía el periódico en su computadora, cuyo procesador vomitaba la misma crisis. Y se conectaba a las redes sociales, pese a no tener demasiados amigos. Era un tipo normal. Cuando entraba al baño casi nunca usaba el inodoro. Prefería orinar en el lavabo. A menos que cagara. Cuando tenía dolor de estómago, prefería reportarse y hacerlo en casa. Lo había hecho en ciertas ocasiones, cagar, en su casa, en su inodoro, para que nadie oyera sus pedos. A veces ponía música. Pequeños placeres. También eso era un atenuante. No sabía exactamente contra qué o contra quiénes. La música, la mierda, el trabajo. Con sus padres mantenía una relación de respeto y distancia. Con sus antiguas novias únicamente de distancia. Consigo mismo no mantenía ninguna relación.

Demoraba en conciliar el sueño. En su juventud pensaba en la muerte. Ahora pensaba en el vacío. Un dormitorio vacío. Una casa vacía. Un corazón vacío. Soñaba con cientos de agujeros imposibles de llenar con tierra. Que sus padres lo abrazaban y le decían: feliz cumpleaños. Que su perrita, en traje sastre de rombos, se despedía para ir al trabajo y jamás la volvía a ver. Soñaba que debía contabilizar muchos cuadrados negros, parecidos a los cubos de Rubik, memorísticamente. Y se confundía. Y se confundía. Y se confundía. Soñaba que su primo, muerto hace varios años en un accidente automovilístico, le hablaba de la lluvia en una camioneta. Y que la madre de su primo le obsequiaba sus pantalones de mezclilla, sus calcetines, pero sin llorar. Desquitaba el insomnio escribiendo. Encendía la computadora, se masturbaba. El psicólogo le dijo que él era un huérfano, una pequeña herida de la que nadie se hizo cargo. Fumaba sin afligirse, sin la sensación de que sus músculos le degollarían de algún modo en una conspiración universal. Sus venas con las maletas preparadas y los ojitos vacilantes. Un día le confesaron que se habían enamorado de él. Recibió una carta, luego otra, diez cartas idénticas. De pronto se interrumpieron. Se olvidó del asunto y siguió con su vida. Tenía las cosas bajo control. Aquella tarde se convirtió en pájaro.



Antes de que te diagnostiques con depresión
o baja autoestima, primero asegúrate
de no estar rodeado de idiotas.

Sigmund Freud