La
biopic de Freddie Mercury
resucitó
a Queen en más de un sentido.
1. A Rami Malek le
sienta de maravilla el rol de Freddie Mercury. Es un poco más flaco, aunque
parece haber mimetizado los gestos corporales del cantante a la perfección. De
hecho, tanto las poses atrevidas en los conciertos como los arranques líricos
durante la grabación de Bohemian rhapsody
o el tamaño de sus dientes frontales confirman un cuidado artesanal en aspectos
biográficos concretos. Otros, por desgracia, parecen haberse ajustado a los criterios
de un guión bien estructurado pero impreciso. No hace falta ser periodista
gonzo para enterarnos de que Mercury organizaba fiestas estrambóticas en las
cuales el exceso conducía al palacio de la sabiduría. La película dirigida por
Bryan Singer suprime verdades oscuras por la conveniencia de una
clasificación más amplia. Eso, de entrada, no es bueno ni malo, simplemente
indica que hay un manejo de la información más bien sesgado hacia un tono
complaciente, verídico hasta cierto punto, sin la crudeza del sida ni los
instantes agónicos. Apenas unas cuantas lágrimas hacia la secuencia del estadio
Wembley, la apoteosis en plena oscuridad.
2. Con tan solo
googlear Queen repunta, sabes que cierto
algoritmo ha ubicado a la banda en la cima de nuevo, y que en Spotify su
popularidad supera la de Shakira y Maluma. Si el tono de la película hubiera
sido más crudo, el resultado no sería el mismo. Hay una conveniencia
mercadológica en compactar los momentos de la vida privada elegidos y omitir
todos los detalles sórdidos—entonaría
Bowie en Ashes to ashes—y eso compromete
el material como documento biográfico. La versión oficial legitima de forma
extraña su objeto de adoración. Incluso en trabajos recientes como I, Tonya, que se autodenomina falso
documental, se aprecia un espíritu honesto en la exposición de episodios infames.
Bohemian Rhapsody libra otras
batallas. No es como ver la historia de una patinadora salvaje venida a menos,
ni The Doors de Oliver Stone. Es
fácil reconocer un discurso epidérmico sin que necesariamente por ello se trate
de una película mentirosa. De ninguna manera. Pero, y esto no hay cómo negarlo,
con sus diálogos ingeniosos y melodramáticos, nos proyecta una imagen simplista
y ligera de Queen.



3. Antes de entrar
a la sala, mi familia y yo pasamos a la dulcería del cine por unos combos de
refrescos, palomitas y nachos. Durante la emisión de los avances, notamos que
las bebidas tenían una extraña propiedad: habían sido adulteradas con agua. Y
reclamamos. Y nos dieron otras. Tal vez el símil sea rústico, pero Bohemian rhapsody es justamente eso. Una
bebida cuyo sabor presenta alteraciones sospechosas. Quienes tengan el ánimo,
la paciencia y los minutos de sobra para hacerlo, podrán descubrir las
inconsistencias cronológicas del filme, sus reparos en mostrar las orgías de
Mercury, y ciertos aspectos técnicos en sus composiciones que ni siquiera son mencionados,
como que la canción homónima era imposible de ejecutar en vivo de forma íntegra,
por lo que recurrían a grabaciones para la sección operística. Todo lo anterior
no es un impedimento para que las hordas aplaudan el relato de una banda fabulosa.
Y revivan sus temas a escala masiva. El pop ochentero pasa por una de sus
mejores épocas. Rami Malek ha mutado. Del hacker de Mr. Robot—serie donde, por cierto, la precisión técnica reinaba—al
excéntrico vocalista hay un salto cualitativo.
Ya lo verás.

Bohemian
rhapsody, 2018
Bryan
Singer
GK Films + New Regency Pictures + Queen Films Ltd.
+ Tribeca Productions + Regency Enterprises
Distribuida por 20th Century Fox