Leonardo NiermanSobre el vuelo y las alturas
Primer aterrizajeEntras al Pasaje Revolución por el frente de la catedral y percibes un perímetro iluminado, tres pantallas de gran formato que reproducen escenas típicas yucatecas, música folklórica y turistas nacionales tomándose fotos. Y a lo largo, formas geométricas helicoidales portentosas, diseñadas en acero inoxidable. Recuperas fragmentos de una conversación pasada, impresiones sueltas, los comentarios de un hombre mayor hablando sobre la libertad —con cierto parecido al monólogo de Elegía de un viaje, de Sokurov, en el que la voz del protagonista (nunca visto) reproduce una conversación en un café con un joven cuyas experiencias le enseñaron que ser feliz consiste en estar vivo.Al centro refulge otra estructura de gran belleza, inspirada en el vuelo de los pájaros y la obsesión por la libertad. Todas estas aves, ¿de dónde vienen? ¿Hacia dónde se dirigen? Detenidas en el reino de lo inorgánico, comunican sosiego, equilibrio, paz en su materia. Y tú querrías algo así en medio de la gente. Casi como cuando escuchas el segundo movimiento del concierto para violín y orquesta de Philip Glass. La paz de lo abstracto y el reconfortante espíritu de lo concreto.El aire entrega sus ráfagas y un hombre de camisa púrpura sostiene dos rosas al cruzar el pasillo. Dios está en las sensaciones, en los momentos. Es la cotidiana matriz de las cosas. Oculto en los elegantes poemas/esculturas ante tus ojos. Un ser que no promete nada y otorga todo. Un Dios volátil cuya misa solemne es oficiada por pájaros plateados, ángeles geométricos de metal. «Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón», dice la cita bíblica de Mateo. Un Dios-Poesía de la gratuidad de las cosas. Omnisciente, voluptuoso, mineral.Liberté ou mortLeonardo Nierman (México, DF, 1932) trae al MACAY la exhibición Escultura Tercer Milenio. En un flashback, observas al escultor hablando en una de esas conversaciones clave para entender asuntos complejos. Un sillón, la grabadora encendida, el reloj rojo, 45 minutos de proverbial sabiduría. «La serenidad es una cosa muy valiosa —dice. El tiempo es una abstracción, no existe. Durante miles de años, el hombre sobrevivía sin relojes. Yo cada vez rechazo más el control intelectual. Alguna vez expresé mi temor a las academias de arte, porque con alguna frecuencia hay una pérdida de individualidad. A veces la influencia del instructor es muy intensa y yo le tengo mucho miedo a la contaminación. La libertad es una condición espléndida. En Francia, en un edificio del gobierno, lo primero que vi fue la inscripción grabada en una piedra: Liberté ou mort. Yo creo que me impactó mucho.»Artista con formación científica, Nierman estudió Ciencias Físicas y Matemáticas en la UNAM y realizó estudios en psicología del color y la forma de los cuerpos estáticos y en movimiento. El tono tranquilo de su voz y la profundidad de sus respuestas lo confirman. Pero nunca se afianzó de certezas absolutas. Su obra es antidogmática, libérrima como el relámpago de Gonzalo Rojas. Lees mentalmente un poema suyo que critica a los letrados, su vocación de querer explicarlo todo de forma compulsiva y ególatra: «Yo los quisiera ver en los mares del sur / una noche de viento real, con la cabeza / vaciada en frío, oliendo / la soledad del mundo, / sin luna, / sin explicación posible, / fumando en el terror del desamparo.» Y sales del Pasaje Revolución pensando en esto.–Christian Núñez
[Imágenes: cortesía del MACAY]
Nota publicada en la columna EL MACAY EN LA CULTURA del
Diario de Yucatán [14.05.2012]