La guerra mínimaJean Echenoz, de quien ya habíamos reseñado anteriormente la magnífica Relámpagos, vuelve al ataque. Esta vez, al campo de batalla. Su novela más reciente, titulada de modo escueto 14, recrea el impacto de la Primera Guerra Mundial en la vida de cuatro amigos y una mujer. Anthime, Arcenel, Bossis, Padioleau y Blanche (enamorada del hermano del primero de ellos, Charles) ven interrumpido el curso de sus vidas con el estallido de un conflicto que, pese a los clichés, termina por cambiárselas. Pero la brusquedad de la guerra, en manos de Echenoz, es tratada con especial mesura y un finísimo sentido del humor que lleva la ironía a otro nivel. Y como no se trata de ser liviano a costa de perder consistencia, la prosa describe rigurosamente los hechos sin sentimentalismos, casi como los misiles caen directo a la zona enemiga.Dice Echenoz: Todo esto se ha descrito mil veces, quizá no merece la pena detenerse de nuevo en esta sórdida y apestosa ópera. Además, quizá tampoco sea útil ni pertinente comparar la guerra con una ópera, y menos cuando no se es muy aficionado a la ópera, aunque la guerra, como ella, sea grandiosa, enfática, excesiva, llena de ingratas morosidades, como ella arme mucho ruido y con frecuencia, a la larga, resulte bastante fastidiosa. Pero francamente la novela se lee en un par de horas, no aburre y no acentúa el dramatismo.El que Jean Echenoz haya logrado esculpir otra pieza breve no es un hecho accidental. Desde hace años la crítica lo considera uno de los estilistas franceses obligados. Su trilogía de biografías de ficción conformada por Ravel, Correr y Relámpagos (sobre el famoso compositor francés, Zátopek y Tesla respectivamente) ocupa ya un lugar único. A propósito, vale la pena mencionar que la ligereza que insinúan los expertos no deja de ser un calificativo discutible. Percibimos más bien un reservado distanciamiento que tarde o temprano deja en quien lee la sensación de que las cosas se observan mejor a distancia. Es muy raro encontrar divagaciones éticas o respuestas más o menos diluidas sobre las situaciones narradas —que a veces dan la impresión de aludir al esfuerzo inútil (en una anómala pero no imposible invocación a Camus).Mostrar y no explicar. Ceñirse a los hechos, aunque sean ficticios. Disfrutar el viaje sin cargarlo de símbolos. Los gatos tienen cuatro patas, no tres, parece decirnos el escritor en un pie de página aparte. Si releemos los quince episodios de 14, estas reglas tácitas se cumplen una por una. Anthime, de quien mejor tenemos noticias porque sin reparar en ello asume el protagonismo, nos muestra que la simplicidad, el silencio y la inocencia (incluso la apatía) pueden ser heroicos bajo las zanjas. Echenoz restituye la humanidad en sus personajes, que por otro lado no imaginaban cuánto tiempo iba a durar la guerra y sólo apetecen volver al pueblo, retomar sus antiguos oficios e instalarse en la monótona repetición de los días. Y es un narrador diestro: sabe cuándo soltar una bomba y de inmediato pasar al capítulo siguiente. A menudo, uno se queda estupefacto.–Christian Núñez
14
Jean Echenoz
Traducción de Javier Albiñana
Anagrama, 2013
Publicado originalmente en Origama [11.03.2014]