Subirats, el último postintelectual
“Cuando el primer postidiota llamó a su puerta, el último postintelectual se
echó por la ventana”, escribe Eduardo Subirats en uno de los apartados de La
existencia sitiada, ensayo donde analiza los factores de la problemática
contemporánea que han ocasionado la ruptura del hombre con el medio que lo
rodea. Mediante un análisis que cuestiona los beneficios del progreso
científico, tecnológico y material en la era del vacío, el autor nos abre los
ojos ante el estado de ruina del mundo, esta “aldea global” que se desmorona
vertiginosamente.
El ensayo articula una disertación hipercrítica sobre el concepto de
postmodernidad y sus connotaciones negativas. Subirats hace un ajuste de
cuentas fenomenológico-existencialista con el mundo, sin matizar sus
planteamientos. “La postmodernidad ha sido la última consecuencia lógica de la
modernidad. Pero significa el hundimiento de ambas”, sostiene.
La existencia sitiada profundiza en las raíces del espectáculo mediático
como orquestador de una farsa generalizada. “El espectador de los mass media
está literalmente atrapado en un mundo de imágenes y signos prefabricados. La
imposibilidad técnica de formar juicios sintéticos discursivamente articulados,
la suspensión total o parcial de la reflexión y su apatía motriz, la indiferencia
y la pasividad morales no le dejan más elección que el consumo teledirigido.”
Este homo videns, alienado por los estímulos audiovisuales que le son
transferidos de múltiples fuentes, recibe mensajes que uniforman su conducta,
pensamientos y escala de valores.
En tiempos de guerras nucleares y bioquímicas, Subirats reconoce el poderío
destructivo del imperio militar y económico representado por Norteamérica. La
reflexión del filósofo español nos recuerda a las ideas políticas destiladas en
los escritos de Jean-Paul Sartre.
Asimismo, la condición de ser-en-el-mundo, de orígenes heideggerianos, junto
con la noción de angustia existencial de Kierkegaard son referentes
indispensables para entender a cabalidad la estructura de su discurso.
Sin embargo, las referencias implícitas y explícitas del autor superan el
ámbito de la filosofía y se entrelazan con la literatura. Kafka, Beckett y
Celan son citados como artistas paradigmáticos cuya obra expresa perfectamente
la crisis histórica del hombre, sus reiteradas mutilaciones y la pérdida de
dignidad ontológica que ha sufrido con el paso de las guerras. “Las últimas
palabras que pronuncia Joseph K. en su último aliento, mientras los dos
funcionarios hincan el cuchillo en su corazón, dándole la vuelta dos veces, son
significativas: Wie ein Hund! (Como un perro!) Wie-ein-Hund define
la condición terminal del sujeto histórico y de nuestra existencia dañada.”
Cuando parecía que la filosofía estaba destinada a regodearse en una posición
cómoda y falsamente comprometida, de catálogo, alguien como Subirats la
rejuvenece y nos sacude. “La cuestión no reside en la muerte del humano, sino
en nuestra existencia dañada. Una existencia biológica, política y
mediáticamente manipulada, hibridizada, torturada.”
Preocupado por los peligros mundiales de un superestado atómico, el intelectual
nos advierte que “la guerra nuclear, bajo su forma clásica lo mismo que en sus
postmodernas versiones híbridas, es una guerra total. Y es total porque ahí
donde se instaura ya no puede renacer la vida. Es total porque significa una
doble destrucción: una muerte de la muerte, la irrealidad de un vacuum absoluto,
como no han dejado de gritar las víctimas del genocidio y el escarnio nucleares
de Hiroshima y Nagasaki. En cualquiera de sus expresiones, las armas nucleares
erigen el poder de un suicidio absoluto: el vacío del vacío.”
Tras hacer un repaso de la situación epistemológica, ética y estética del mundo
en que vivimos, Subirats exhorta a la unidad primigenia del ser. El elevado
contenido de su análisis nos exige una toma de postura inmediata. En la mejor
de las costumbres filosóficas, La existencia sitiada siembra dudas y
obliga a pensar, incluso, si es necesario, contra uno mismo.
–Christian Núñez