12.2.20

free_inquietantes atmósferas nocturnas



Con Free, Iggy Pop libera un pequeño tratado
de la improvisación crepuscular.

Rage, rage against the dying of the light.
Dylan Thomas


Iggy Pop deja atrás el sonido stoner que había conseguido tras el brillante Post Pop Depression (2016), en compañía de Josh Homme. Su aventura sonora envuelve paisajes nuevos. Si son mejores o peores, tus oídos decidirán. En cualquier caso, la lógica es distinta. Free (2019) propone un abordaje más atmosférico, introspectivo, una vuelta de tuerca con vibraciones subterrráneas, cierto aire beatnik. En Free, cada tema incluye su propio comentario crítico, un statement que se improvisa con resultados fascinantes e imperfectos. Un déjà vu que oscila entre la confesión penetrante y el cinismo punk.
Comprender que Iggy Pop graba dicho material pasados los 70 años, sobreviviendo a su propia leyenda, sin la necesidad real de seguir grabando álbumes, abre una serie de incógnitas. El material incluye tres poemas: We Are the People (Lou Reed), Do Not Go Gentle into That Good Night (Dylan Thomas) y The Dawn, del propio cantante; recuerdan la época de Avenue B (1999). Por otro lado, las canciones rinden un fuerte tributo al jazz, y son resultado de una alianza creativa entre Pop, la guitarrista Sarah Lipstate [aka Noveller] y el trompetista Leron Thomas, y liberan un espíritu similar al de Préliminaires (2009).




A Free, claro, calidad no le falta. Es breve, sí, pero presume potencia. Al menos tres de sus temas alcanzan un nivel de factura impecable. Loves Missing transita de la dolorosa reflexión erótica al grito de protesta, en un crescendo tortuoso, orquestado por un trío de batería, guitarra y trompeta impresionante. Es un tema perfecto para un día de lluvia, atrapado en algún punto de la biósfera grisácea. Sonali insinúa un raro paréntesis en medio de la tormenta, un impasse sonoro melancólico de una luminiscencia nocturna, como aquella pintura de Magritte [El imperio de las luces]. Por último, James Bond se regodea en un sonido vibrante, alegre y burlón.
Aún es dudoso definir los alcances de este pequeño tratado de la improvisación crepuscular. Como tampoco sabemos qué efectos tuvo aquel viaje a la playa en momentos de tinieblas existenciales. Los túneles solo cobran sentido en retrospectiva. Y, como suele ocurrir en estos casos, las despedidas y los epílogos pueden ser solo el estadio inferior de una nueva etapa, un golpe maestro. Cuando parece que Pop se despide, en realidad está preparando su siguiente atraco. Eso sí, cuidar las balas como si fueran de oro se ha vuelto el nuevo mantra. El futuro es un libro manoseado, un palimpsesto. Larga vida a la Iguana.


Free · Iggy Pop · Caroline International + Loma Vista


5.2.20

the red strings club_los hilos rojos nos conectan



Un hombre cae desde un edificio. Se llama Brandeis, y mientras mira su reflejo en los cristales, recuerda. Este lío empezó en el bar, con Donovan y Akara-184. Reseñamos The Red Strings Club.
 
¿Un trago de bienvenida?
The Red Strings Club apareció a principios de 2018 para PC. El juego es una aventura gráfica que nos traslada a un futuro cyberpunk, donde los seres humanos con implantes tecnológicos, los robots y las corporaciones turbias son el pan de cada día.

Creado por la desarrolladora española Deconstructeam y publicado por Devolver Digital, el título es una interesante propuesta que rinde homenaje a clásicos de la ciencia ficción como Blade Runner, la literatura de Isaac Asimov o la de Arthur C. Clarke. Sin embargo, hay algo más que esta trama de cantina, robots y brokers de información. Algo que, como en otras piezas del género, nos hacen anhelar y temer el futuro inminente.

Visita inesperada
La aventura comienza con Donovan, el cantinero del bar, y Brandeis, un pianista y cliente habitual. El curso de las cosas parece ir en orden, seguimos la charla que precede al cierre del negocio, hasta que de manera intempestiva un androide ingresa al local, desplomándose en el acto. Ambos hombres lo observan sin saber el problema que esto les puede provocar. Brandeis decide conectarse al registro de memoria del androide, Akara-184, solo para descubrir fragmentos de información ultrasecreta, un proyecto conocido como Bienestar Psíquico Social, y su inminente ejecución para someter a la raza humana.




 
La casa invita
A partir de este momento, el juego arranca. La acción transcurrirá en las cuatro paredes del bar, con Donovan, asistido por la unidad Akara-184, que atiende y entrevista a los clientes destacados. Es en este momento cuando encontramos una de las mecánicas principales del juego: servir tragos. Para que los clientes suelten la información valiosa es necesario darles la bebida adecuada, aquella que pueda despertar diferentes emociones y respuestas.

Pero como la bebida no basta, realizamos una segunda mecánica: las preguntas. Al tratarse básicamente de una aventura gráfica, los diálogos son esenciales para el progreso de la historia. Dependiendo de los tragos que sirvamos y las emociones que desaten, podremos hacer preguntas más arriesgadas o abordar temas más sensibles. La plática informal también nos permitirá ganar la confianza del entrevistado, permitiéndonos acceder a datos cada vez más personales, incluso confidenciales. La persuasión es necesaria para acabar con el plan secreto.
 
La ley y la felicidad no suelen ir de la mano
El diseño artístico del juego se basa en un aspecto retro. Tanto escenarios como personajes rememoran títulos clásicos de las primeras consolas de 16 y 32 bits. El estilo pixelado y la paleta de colores le imprimen una personalidad que se combina de forma eficiente con el desarrollo de la historia y las escenas que transmiten sentimientos y emoción, así como familiaridad y miedo, los dos sentimientos constantes en el gameplay.


Ambivalencia futurista
No importa cuánto hable de las características de este juego, de su aspecto visual o su música: la narrativa es al final lo más destacable de la experiencia. Ciertamente, la trama principal no es nada innovadora; la ciencia ficción ya se ha encargado de agotar el tópico de empresas multinacionales maliciosas con deseos de poder y dominio mundial. Sin embargo, Red Strings hace algo diferente. Si bien no modifica el tópico, al menos lo refresca. A través de las mecánicas podemos aventurarnos en una historia que tiene múltiples vertientes, y que le hace justicia a su nombre. Donovan tiene un papel especial en el entramado, ya que no solo entrevista, también es cuestionado y conforme aprende qué se planea detrás de las sombras, reflexiona si el mundo debiera someterse a una felicidad artificial y universal. O si, tan doloroso como es, debe permanecer inalterable. Piensa en ello mientras Brandeis cae de un edificio, considerando una última decisión: decirle a Donovan la verdad de Akara-184, o dejarlo vivir en la alegría de que el complot se neutralizó. Al final, nos quedamos con un último trago y los hilos rojos hechos de palabras y dilemas morales.

The Red Strings Club está disponible para PC, MacOS, Linux, Nintendo Switch y Xbox One.