27.7.20

tiempos pandémicos_la ficción como síntoma



Tiempos pandémicos, de Roger Torres Agüero,

rastrea el impacto del COVID-19 en Perú.

 

 

El mundo post COVID-19 es ya muy distinto a lo que conocíamos hace unos meses. Sus estragos ejecutan una danza mórbida y se bifurcan en situaciones-límite extraídas de Black Mirror. Las consecuencias económicas a mediano plazo son brutales. El Fondo Monetario Internacional pronostica nulo crecimiento económico en la región latinoamericana. A escala macro, los indicadores no son optimistas. Como humanidad, nos encontramos inmersos en una tragedia masiva ->  La carretera, Cormac McCarthy. Pero también se ha manifestado una crisis humanitaria, de valores éticos, todavía más grave. Así, la vieja oposición académica entre humanidades y ciencias económicas por fin se diluye con un enemigo en común: el virus.

 

¿Salvar a las personas o a las finanzas? Cada país ha enfrentado ese dilema con las particularidades de su sistema de gobierno, la infraestructura médica que lo sostiene y el escenario económico glocal. No obstante los esfuerzos de logística que preservan la seguridad ciudadana, una ristra de normativas, reglas de índole sanitaria y restricciones colectivas han asolado al individuo. La proxemia opcional se transformó en sana distancia forzosa, y ni siquiera los introvertidos se sienten a gusto en una reclusión impuesta por agentes externos. Nunca antes los números habían representado un terror profundo al asociarse con cifras de contagios y fallecimientos, y términos como aplanar la curva producen escalofríos ante el ritmo acelerado de muertes anónimas o cercanas.

 

En este nudo de fuerzas radica el fulgor creativo de los tiempos pandémicos. Nunca antes hubo tanto interés en reflexionar sobre las contradicciones de un virus, y hasta qué punto ha detonado nuestras fobias y prejuicios -> The Last of Us I & II, Naughty Dog. Más allá del cuadro clínico de síntomas rotundos, el ser humano puede transmitir sus trastornos espirituales con la misma ferocidad. Roger Torres Agüero explora ese amplio espectro de actitudes, reacciones anómalas, frustraciones y caídas en espiral a través de un relato de tintes realistas. «Se vienen tiempos muy difíciles. Lo peor está recién por empezar», nos advierte uno de sus personajes. Y así, la ficción invade borgianamente la realidad con ímpetu desmesurado -> Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.

 

Tiempos pandémicos funge como una cartografía de horrores invisibles convertidos en infiernos personales. Bajo circunstancias extremas solo necesitamos un estímulo ambiental, chispa diminuta, para incendiar el mundo. ¿Somos nuestros peores enemigos? Depende, sin duda, de nuestro grado de simulacro y de cuánta verdad seamos capaces de soportar. Hoy basta únicamente con leer las noticias internacionales para que nuestra licuadora cerebral mezcle recelo, incertidumbre y furia más rápido de un aleteo de colibrí o la trayectoria de una partícula subatómica. «Esto es cosa de vida y muerte», escribe Torres Agüero. Y como el gato de Schrödinger, nos encontramos a la espera de que la situación mejore o al menos haya un cambio significativo. Sin embargo, ¿quién nos asegura que así sea?




Disponible en Amazon


 

 

Tiempos pandémicos

Roger Torres Agüero

Amazon, 2020

 

Imágenes: Unsplash



22.7.20

from software_identidad sonora




Una aproximación desde el sonido

a los títulos de From Software.

 

 

Para diseccionar lo innombrable, se necesita un escalpelo.

Michel Houellebecq, H. P. Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida

   

 

Silencio y melancolía

Desde la aparición del ya clásico Demon’s Souls en febrero de 2009, From Software confecciona un imaginario hermético pero rico en interpretaciones. Hidetaka Miyazaki, director actual de la compañía japonesa, ha propuesto desde entonces varios títulos RPG que exigen la intervención activa del usuario mediante pistas, algunas de ellas falsas, descripciones de objetos y diálogos con los NPC. Lo cual, sin duda, es un avance, pero no resuelve el rompecabezas de hilos argumentales, ni da una visión de conjunto.

 

El propio Miyazaki se aproximó a la lectura de libros difíciles desde niño, y se vio obligado a rellenar los huecos de las tramas mediante recursos imaginativos. Se habla de la pobreza en la que transcurrió su infancia en la prefectura de Shizuoka, un elemento sine qua non para la conformación de mundos poblados de dioses malditos, reyes feudales acumuladores de poder y riqueza, lores desdichados en tierras lóbregas por efecto de la podredumbre moral, dragones resentidos en el fondo de la tierra, monstruos sentimentales.

 

La narrativa de sus videojuegos contiene símbolos transversales y ambivalentes. A menudo, estos ejercen vueltas de tuerca auspiciadas por la fantasía oscura y profundizan en aspectos sórdidos de la experiencia humana: poder, corrupción moral, traiciones y asesinatos teñidos de humor negro. Para compensar el laberinto de los significados múltiples, el lenguaje es de lo más preciso y las acotaciones entre escenarios favorecen una comprensión parcial pero detallada de lo que está ocurriendo.

 

«Es un mundo de señores, es un mundo de lores, es un mundo en el que, por el grado de concentración hay dueños de la vida y de la muerte», comenta Rita Segato a propósito de las pedagogías de la crueldad. Eso, justamente, representan los títulos de Miyazaki: epopeyas fragmentadas que apenas ofrecen vestigios, cenizas de un esplendor devastado, restos de la caída. De modo que nuestro destino es tan sencillo como trágico: morir y renacer en un ciclo interminable de silencio y melancolía. Mantener el equilibrio cósmico.

 

 
 








Acústica de lo espeluznante

Aproximarse a los reinos de Boletaria, Lordran, Drangleic, Yharnam y Lothric—las regiones donde transcurren los sucesos de Demon’s Souls (2009), Dark Souls (2011), Dark Souls II (2014), Bloodborne (2015) y Dark Souls III (2016)—desde el sonido implica la comprensión del tono y las atmósferas, el rastro de una filosofía y un saber ocultos. Tal como explica Mark Fisher en Lo raro y lo espeluznante, dicha experiencia la encontramos «en paisajes parcialmente desprovistos de lo humano. ¿Qué tuvo que suceder para causar aquellas ruinas, aquella desaparición? ¿Qué tipo de entidad tuvo que ver con ello? ¿Qué clase de cosa fue la que emitió un grito tan espeluznante?»

 

En Demon’s Souls, Shunsuke Kida aporta la configuración básica: temas orquestados modestamente, a menudo con intervenciones corales, transmiten el sentimiento de no pertenencia, de haber llegado tarde al festín. La cíclica evocación del vacío y la pérdida en temas como Maiden in Black o Return to Slumber abren paso a piezas como la rítmica Tower Knight o la insidiosa Adjudicator. De nuevo Fisher: «Ahora nos hallamos en posición de responder por qué es importante pensar sobre lo espeluznante. Teniendo en cuenta que lo espeluznante es un aspecto clave en el problema de quién o qué realiza la acción, está muy relacionado con las fuerzas que rigen el mundo y nuestras propias vidas.»

 

Primero fue el silencio, después el grito y, finalmente, la acústica: el remake de Demon’s Souls para PS5 ambiciona revivir viejos tiempos. Y la fórmula se refinó, a tal grado que la identidad sonora de los Soulsborne es un rasgo fundamental de su estética. El efecto uroboros aparece no solo a nivel narrativo sino también musical. En instantes de calma, la repetición cíclica nos remite al melancólico refugio de la hoguera: nuestro nido transitorio. En el paroxismo del combate, morir una y otra vez añade componentes de ira, frustración y desengaño al viaje inútil. Ya seas Hueco, Maldito, Latente o Cazador, estás indefenso frente a lo desconocido. Vivirás y morirás solo.

 

Motoi Sakuraba nutre la propuesta sonora de Dark Souls con piezas de mayor complejidad compositiva, reflujos barrocos y coros siniestros. Destacan la hipnótica Firelink Shrine, las inquietantes Daughters of Chaos y Dark Sun Gwyndolin y la que, sin duda, funge como símbolo del eterno retorno: Gwyn, Lord of Cinder. En Dark Souls II, vuelve acompañado de la talentosa Yuka Kitamura. A la base establecida por Sakuraba—en verdaderas joyas como Fire Keepers, Majula y Milfanito—Kitamura aporta grandes temas para el DLC The Lost Crown Trilogy. Basta con escuchar Sir Alonne para sentir auténtico terror sagrado, o la brutalmente cadenciosa Sin and Crowns.

 

Dark Souls III cierra con la misma dupla de compositores; sin embargo, quien lleva el rol principal ahora es Kitamura, ya dueña de un estilo que vibra de lo conmovedor a lo ominoso con virtuosismo. Destacan el tema homónimo, Sister Friede and Father Ariandel, Slave Knight Gael, Lorian & Lohtric y Epilogue. Por otro lado, es brillante la intervención de Nobuyoshi Suzuki y Tsukasa Saitoh en los temas Deacons of the Deep y Iudex Gundyr, respectivamente. Mención aparte merece la grandiosa Soul of Cinder, donde Kitamura retoma la pieza clave de Sakuraba durante la batalla final del primer Dark Souls y añade un tinte acústico que es, sin duda, espeluznante: el dragón se muerde la cola.


 











Legado de Lovecraft

Bloodborne transparenta la madurez de Miyazaki en la conformación de un mundo cerrado sobre sí mismo, regido por leyes propias, bajo la amenaza de los dioses cósmicos y una lamentable enfermedad sanguínea. Considerado una de las mejores exclusivas de Playstation 4, consigue articular su gameplay fluido, sangriento y retador con una impresionante arquitectura gótica. Dicho sea de paso, condensa el paroxismo de la desesperación que la saga Souls ya había establecido previamente, e incluso da un paso más allá en la exploración de lo grotesco. Es un hijo putativo de Lovecraft del cual, ciertamente, el recluso de Providence sentiría orgullo.

 

El banquete sonoro incluye a seis compositores: Ryan Amon, Tsukasa Saitoh, Michael Wandmacher, Yuka Kitamura, Cris Velasco y Nobuyoshi Suzuki. Amon señala como influencia la banda sonora de Drácula, de Bram Stoker, compuesta por el polaco Wojciech Kilar, en tanto Saitoh dice haberse inspirado en las expresiones lucha a muerte y terror. El acento en la sangre, concepto creativo medular, se traduce en composiciones que aportan dramatismo a los combates con los jefes. Dioses antiguos, bestias fuera de control, criaturas tentaculares e híbridas componen el catálogo de atrocidades mientras una orquesta de 65 instrumentos y un coro de 32 miembros entonan himnos blasfemos en latín.

 

Houellebecq señalaba que asomarse al cosmos frío y hostil, compuesto de partículas elementales, dejaba cicatrices de un trauma trascendental. Las fuerzas primigenias son dueñas del todo y de la nada; comprenderlo provoca un desorden cognitivo insoportable. «Solo podemos entrever de forma fugaz su espantoso poder; y los humanos que intentan descubrir algo más sobre ellas lo pagan, inexorablemente, con la demencia y la muerte.» A nivel de síntesis temática y cohesión de ideas, Bloodborne transmite el legado de Lovecraft de forma excepcional, y aporta frescura al antiguo adagio del caos absoluto. A continuación, un puñado de sus mejores piezas:

 

·  Bloodborne; The Hunter – Ryan Amon

·  Cleric Beast; Blood-Starved Beast; The First Hunter – Tsukasa Saitoh

·  The One Reborn – Nobuyoshi Suzuki

·  Micolash; Nighmare Host – Michael Wandmacher

·  Rom, the Vacuous Spider; Laurence, The First Vicar – Yuka Kitamura

·  Terror – Cris Velasco

 

Para concluir, estas palabras de Miyazaki-san: «Si hemos llegado a millones de personas es porque el jugador tienen que hacer también un esfuerzo de imaginación. Que no te den las cosas resueltas, que te obliguen a poner de tu parte y a interpretar tu propia versión de los hechos es una experiencia mucho más enriquecedora y única. La inspiración para crear mis mundos viene siempre de los libros. De niño, me encantaba leer libros que aún no podía comprender del todo. Las partes que no entendía porque era demasiado joven me obligaban a usar mi imaginación para rellenar esos huecos y crear mi propia versión de lo que había leído. Es lo que sigo haciendo ahora.»



 

7.7.20

formol_notas para un corazón arrancado




En Formol, Carla Faesler urde

una trama de herencia y sacrificio.

    

I’m gonna break into your heart

I’m gonna crawl under your skin.

 

Iggy Pop

   

Asomarse a México como ejercicio tragicómico. Lo que se finge sonrisa puede ser un llanto atroz y desmesurado. Basta con mirar la historia reciente del país para no querer mirarla. Se acumulan cadáveres por guerras contra el narcotráfico, a las que se suman víctimas civiles del gobierno en turno, cascada púrpura. Si valiera la pena gritar, si en ello encontráramos consuelo, seríamos una boca doliente -> el Guernica.

 

Formol, de Carla Faesler, es un dispositivo literario que disecciona las reflexiones de Larca y, como contrapunto, el itinerario histórico de una víscera sumergida en formaldehído, su herencia familiar. Hasta aquí, se adapta a las convenciones mínimas de un relato. No obstante, el argumento se ramifica en apuntes, anécdotas gastronómicas, diálogos hilarantes, epígrafes líricos. Hay subtramas, minitramas e hipertramas: los vasos sanguíneos.

 

El libro tiene un origen peculiar, como Faesler puntualiza: «Formol era un libro de poemas. Llevaba mucho tiempo trabajándolo pero no estaba satisfecha con el resultado. En esas andaba cuando un buen día, recibí un correo de Mariana Castillo Deball, artista mexicana que vive en Berlín, invitándome a participar en su proyecto Never odd or even. La idea es que lxs participantes envíen una portada de un libro imposible, un libro que nunca podrá ver la luz, un libro de tema descabellado, inimaginable. Entonces me dije: claro, nunca voy a poder resolver Formol, es imposible. Entonces mandé la portada imaginaria, las pestañas, la cuarta de forros imaginaria e incluso, fragmentos de crítica imaginaria. A ella le gustó muchísimo, me dijo que era una idea extraordinaria. Ahí fue que pensé: tengo que escribir este libro y curiosamente, el haber imaginado el libro impreso, el libro como un objeto terminado, me sacó de la parálisis que me producía el asunto.»

 

De modo que sí, Formol es una novela y a la vez un libro-objeto, un artefacto duchampiano, parte de una metáfora vintage y dispone sus aristas o esquirlas a modo de instalación conceptual. Con yuxtaposiciones arriesgadas, ficción historiográfica y mucho humor negro, sus fantasías fúnebres le rinden homenaje al otro mundo. Encontrárselo es como llegar a Twin Peaks por cuenta propia, sin vanas recomendaciones, desde la pulsión interna.

 

Existe un trasfondo, una línea más o menos dibujada, boceto previo, y por encima vemos una pintura negra -> Goya. Es el adagio, cíclico y atroz, de nuestra sangre. Faesler ahonda en el paisaje emocional de la víscera que somos. Dialoga con Salvador Elizondo y su Camera lucida, trae al presente los sacrificios prehispánicos de Tenochtitlan y la extrañeza de lo familiar -> unheimlich. El mexicano respira muerte; Formol conserva ese legado.

 


 

Formol, 2014. Carla Faesler. Tusquets, Colección Andanzas.

 


2.7.20

roger torres agüero_el amor, esa energía



Pensar el amor, amar el pensamiento son los ejes

que activan este breve tratado filosófico.

 

 

A modo de novela filosófica, Hoy he vuelto a escribir, de Roger Torres Agüero describe un encuentro virtual que más tarde será decisivo en la vida del protagonista. Tamara, a quien está dedicado el libro, actúa como interlocutora de una intensa reflexión sobre el amor, la verdad y la realidad. El tratamiento es narrativo y conceptual a partes iguales, como una confesión íntima sobre la naturaleza platónica de las almas, el sentido de la existencia o la armonía de los opuestos. Asuntos que demandan, quizás, el buscador de Google a la mano.

 

Bajo el abrigo de intelectuales como Jaspers o Heidegger, el pensamiento fluye y lo que parece prolegómeno muta hacia la epístola, expande sus alas con fragmentos de prosa poética: adquiere una textura flexible, por momentos tan espontánea y sinuosa como un álbum de jazz. Una de las características más notables del texto es la formulación de preguntas que, a reserva de quien las responda, plantean un juego donde la ficción y la no ficción se traslucen. El narrador desmonta las palabras, observa sus mecanismos internos, la energía detrás de todo lo que es creado.

 

 
 

Esa cualidad de ensamblaje lingüístico—armar y desarmar ideas, frases, aporías, sistemas—le imprime al texto una función crítica: la de analizar supuestos y, solo entonces, adquirir saberes atemporales sobre la naturaleza del ser amado, el sentido último del cosmos y la metafísica que subyace en los límites de la nada. Las respuestas no son tan importantes como esclarecer nuestro pathos existencial. El cogito, ergo sum cartesiano se tropieza con Protágoras: el amor se manifiesta vía Facebook.

 

Pensar el amor, amar el pensamiento son los ejes que activan este breve tratado filosófico. A veces como novela, otras como ensayo, el cauce de las emociones proyecta un testimonio genuino. «Y el alma no conoce de tiempos ni de espacios. Solo conecta seres (dondequiera que estén) y les transmite esa energía», afirma la voz de un internauta impetuoso frente al teclado de la computadora. Hormigueos súbitos, emojis extravagantes, dudas y escepticismo. Quien no haya intentado semejante conexión de almas por wifi que arroje la primera piedra.

 

 
Disponible en Amazon

 

Hoy he vuelto a escribir, 2020

Roger Torres Agüero

Fondo Editorial Cultura Peruana

 

 

Imágenes: Unsplash I Calum Macaulay