Vallejo arroja una piedra de 300 páginas directamente al rostro de la santa
iglesia católica. Una investigación animada por el odio: La puta de
Babilonia. El autor de La virgen de los sicarios y El
desbarrancadero cumple su destino trágico, rebelándose contra los
administradores de la religión, insultándolos, denostándolos, martillando sin
decoro la misma cantaleta, hablándole de tú a Wojtyla, Ratzinger, e incluso al
Creador de la humanidad. Vallejo se lo toma en serio y, lleno de furor, de
rabia iracunda y burlesca, nos pasea por las aguas de los siglos, mencionando
incongruencias históricas, crímenes papales, infamias y hasta una lista de
obispos nazis, siempre con el veneno en la punta de la lengua.
Además al colombiano el humor le sobra: “Tomás: Tomás de Aquino, el gordo,
el autor de los dos mil seiscientos sesenta y nueve artículos de las quinientas
doce cuestiones de los diecisiete volúmenes de la Suma teológica, la más grande
colección de paja y mierda que haya escrito nuestra especie bípeda desde el
principio de los tiempos en jeroglíficos, caracteres cuneiformes, letras de
alfabeto, sobre la piedra, en arcilla, en papiro, en papel, como sea y en lo
que sea por los siglos de los siglos de la eternidad del Monstruo”. Y con una
prosa altisonante, se va contando la historia de la iglesia como si se tratara
de una fábula de curas, arzobispos, profetas, franciscanos, dominicos,
jesuitas, pederastas, palomas e inquisidores.
Pocos se dan el lujo de la provocación radical. Entre ellos, Vallejo podría
coronarse como el prosista que más ataques ha lanzado contra “la ramera de
rameras, la meretriz de las meretrices, la puta de Babilonia”, de quien dice
que “tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a
cobrar”. La documentación del texto, los datos exactos y las puntualizaciones
oportunas, lacerantes, confirman la seriedad con la que se desmitifican dogmas,
incluido el de la existencia de Jesús. Porque dice San Fernando: “Jesús no
existió. Ni en cuerpo y alma según pretenden los evangelistas, ni como espíritu
no encarnado según la tesis de los docetistas. Y Cristos hubo muchos. En cuanto
al nuestro, el de los evangelios, el de la Puta, es obra de la imaginación
mítica de los pueblos mediterráneos de hace dos mil años que lo fraguaron
juntando a Atis, Mitra, Osiris, Krishna, Buda, Zoroastro y Dioniso en el
engendro que hoy padecemos”.
Creyentes: consigan el libro, se van a divertir. El Vallejo anticlerical
nos regala un sermón delicioso, una joya para oír los domingos en misa. Porque
dice: “La única forma que tiene Dios de hablarme es presentándoseme aquí y
ahora, con rayo o sin él, en este cuarto donde escribo y que da a un parque florecido
de jacarandas, y decirme lo que me tenga que decir y ya veré si lo atiendo o no
lo atiendo, y no mandándome mensajitos contradictorios y confusos en ese par de
mamotretos aburridos que son el Antiguo y el Nuevo Testamento. Más el Nuevo, la
verdad sea dicha, pues el Antiguo por lo menos tiene masacres, homosexualismo,
bestialidad, incesto.”
A falta de Dios, La puta de Babilonia provoca espasmos de felicidad
auténtica. Rebosante de cinismo, esperpéntico y sin divisiones
temáticas, el libro se lee de un tirón.
–Christian Núñez