Little CraneChristian Núñez
Con el trinomio sangre, muerte y destrucción, el norteamericano Stephen Crane (1871-1900) desarrolló una excelente producción literaria en un tiempo realmente corto de vida. Los jinetes oscuros/Poesía completa, con traducción de Benjamín Valdivia, reúne versos de episodios cáusticos que también pueden ser leídos como telegramas póstumos en ritmo fragmentado y brutal. Crane se hace preguntas existenciales con el lenguaje de la carne y abuchea diabólicamente cualquier aspiración humana. Su tono próximo a las alegorías bíblicas recrea siempre cuadros de tragedia seca y sin adjetivos. Los fatalitys de un Mortal Kombat previo a la era de los videojuegos. La escritura craneana posee la sintaxis del knock out aforístico. Un golpe bien colocado es más que suficiente para que el poema, el lector y los protagonistas de sus historias—pequeños hombres en situaciones límite—besen el cuadrilátero.La obra se divide en 4 bloques: Los jinetes oscuros y otras líneas, Poemas no reunidos, La guerra es amable y Poemas publicados póstumamente. Salvo en los versos amorosos, donde la furia pierde fuerza, el estilo de Crane es muy salvaje. Demonios saltan a la página, hombres con lengua de madera pretenden cantar, enormes bolas de tabique aplastan a pobres diablos y otras bondades conforman un bestiario de fábulas puras y duras. Imaginen una borrachera de Leopoldo María Panero y Georges Bataille, musicalizada por Johnny Cash y filmada por Clint Eastwood. Las voces en off tendrían que ser de Stephen Crane. Con la siguiente sinopsis: “Elegante, áspero y sorpresivo como un uppercut, Mr. Crane vivió 28 años. Fue corresponsal de guerra, contrajo tuberculosis tras el naufragio de un barco rumbo a Cuba y escribió violentamente doce libros. De su lírica, conocemos 135 poemas.” Directo al salón de la fama.
Los jinetes
oscuros / Poesía completa
Stephen Crane
Traducción del inglés por Benjamín Valdivia
Azafrán y Cinabrio edicionesMéxico, 2005
1Oscuros jinetes vinieron del mar.Era el sonar y repicar lanza y escudo,y chocar y chocar de pezuña y talón,gritos feroces y la onda del cabelloprecipitada sobre el viento;de tal modo la cabalgata del Pecado.3En el desiertovi un engendro, desnudo, bestial,quien, agazapado sobre el suelo,sostenía su corazón en las manos,y comía de él.Dije: “¿Está bueno, amigo?”“Está amargo-amargo,” contestó;“pero me gustaporque es amargoy porque es mi corazón.”24Vi un hombre persiguiendo el horizonte;a cada vuelta se aceleraban ambos.Estaba sorprendido por esto;abordé al hombre.“Es inútil,” dije,“nunca podrás—““Mientes,” gritó,y siguió corriendo.46Muchos demonios rojos salían de mi corazóny se lanzaban a la página.Eran tan diminutosque la pluma podía aplastarlos.Y muchos forcejeaban en la tinta.Era extrañoescribir con esa mierda rojalas cosas de mi corazón.66Si pudiera quitarme este traje raídoy salir libre al inmenso cielo;si encontrara allí nadasino un vasto azul,sin eco, ignorante, —¿entonces qué?